Capítulo 81
Por supuesto, el camarero se refería a Isabel y Oscar.
Isabel, con el rostro sonrojado, bajó la cabeza ligeramente, como si se sintiera avergonzada.
Oscar, sereno, extendió la mano y atrajo hacia sí a Belén, quien, distraída, tropezó ligeramente y cayó en sus brazos, inundada por el aroma masculino de él, lo que aceleró su pulso de manera involuntaria.
—Esta es mi esposa. Dado que el restaurante ofrece una promoción, la aceptaremos —dijo Oscar con voz ronca, y luego, sujetando la mano de Belén, se adentraron en el interior del establecimiento.
Isabel observaba fijamente las manos entrelazadas de Oscar y Belén. Mordiéndose el labio, la envidia casi desbordaba de sus ojos; solo pudo respirar hondo para contener la ira que se acumulaba en su interior, antes de seguirlos con paso decidido.
Para ella, Belén no era más que un insecto insignificante.
Cuando Isabel regresó a Vientomar hace unos días, había mandado a alguien a investigar a Belén, quien resultó ser una persona rústica y vulgar
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