Capítulo 85
Un atisbo de decepción brilló en los ojos de Tomás, pero, temiendo que Rocío se enojara y enfriara nuevamente la relación que con tanto esfuerzo había logrado suavizar, forzó una sonrisa, aún con el dolor palpable, y asintió.
—Ok, haremos lo que diga nuestra Rocío, primero a comer.
La comida transcurrió en un silencio absoluto, el único sonido era el choque de los utensilios. Nadie dijo una palabra, y la atmósfera era tan opresiva que resultaba insoportable.
Después de comer, José intentó ayudar a recoger los platos, pero Tomás se adelantó, levantándose rápidamente para recoger la mesa.
Rocío no tuvo tiempo de detenerlo.
—Tomás, déjalo ahí, ya lo lavo yo después. —Rocío lo siguió hasta la cocina.
—Las manos de las chicas son muy importantes, déjame hacer esto, yo me encargo. —La voz de Tomás sonaba con ternura.
Rocío se detuvo un instante, y su expresión se volvió más seria. Con la mano izquierda, cubrió su muñeca derecha, frotándola suavemente. La herida ya no le dolía tanto, pero...
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