Capítulo 67
Tomás se sentó de nuevo en la sala de espera del aeropuerto, su cansancio era casi indescriptible.
Por la falta de sueño, debajo de sus ojos se deslumbraban tonos azulados y grises, dando a su rostro una expresión de extrema fatiga.
En la madrugada, la sala de espera estaba casi vacía, lo que la hacía especialmente silenciosa.
Tomás abrió aquel estuche de terciopelo azul; adentro se encontraba una pulsera de esmeralda brillante.
Sus dedos delgados la acariciaron mientras una sombra oscura cruzaba por sus ojos, y murmuró en un tono de voz baja: —Rocío, ¿me perdonarás?
Nadie lo escuchó, ni hubo respuesta alguna.
Cuando había planeado aquella cosa, Tomás nunca había pensado que lastimaría a Rocío, mucho menos que ella se iría.
Lo que menos había esperado era que, por Rocío, terminaría comportándose de una manera tan descontrolada.
Parecía que todo se volvía indescriptible cuando se trataba de ella.
Estaba destinado a en toda su vida jamás poder olvidarla.
...
Ese día e
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