Capítulo 38
Rocío miraba el material didáctico mientras contestó la llamada.
—Rocío.— La voz de Ana sonó, con de un sincero interés. —¿Cómo te ha ido estos días allá?
Al oír la voz de Ana, Rocío sonrió. —Estoy muy bien aquí. El lunes que viene empezaré a dar clases, estoy muy emocionada.
—Eso es bueno. ¿Recibiste las cosas que te envié?
—Ya las recibí, gracias, tía Ana.
El paquete había llegado el día anterior y ella ya lo había recogido. Contenía algunos de sus artículos personales habituales, además de cosas que Ana había comprado para ella.
Ana advirtió con insistencia:
—La herida en tu mano aún no está completamente sanada, y las condiciones médicas allí no son las mejores. Así que ten mucho cuidado. Sería mejor que descansaras más y no hicieras esfuerzos, ya que eso no ayuda a tu recuperación.
—Ahora que no estoy a tu lado, no puedo ayudarte mucho. Pero, recuerda, siempre seré tu familia. No necesitas esforzarte demasiado y, pase lo que pase, siempre estaré aquí para apoyarte.
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