Capítulo 2
De repente, se oyó un golpe en la puerta desde afuera.
Rocío se asustó y rápidamente hizo su tristeza a un lado, se levantó y fue a abrir la puerta.
En el momento en que se abrió la puerta, se encontró con los oscuros ojos de Tomás, y su mano se tensó, —Tomás, volviste...
Tomás no la miró, atrapado en el humo del lugar, —¿Qué estabas quemando aquí?
Rocío estaba a punto de hablar cuando Carmen se acercó, y agarró cariñosamente el brazo de Tomás, mirando a Rocío con una sonrisa triunfante.
En ese segundo, Rocío de repente entendió esa frase.
La persona correcta va a salvarte cuando más lo necesites.
Las palabras que quería decir se quedaron atrapadas en su garganta. Rocío solo pudo hablar con una voz ahogada: —Eran unos dibujos que ya no sirven.
Ella mintió.
Y Tomás realmente lo creyó, no preguntó más.
Se giró con Carmen, dispuesto a volver a su habitación.
—Espera.— Por instinsto, Rocío lo detuvo, —Tomás, tengo algo que decirte.
Quería despedirse bien de Tomás.
Pero, justo cuando terminó de hablar, vio cómo Tomás pareció irritado.
Antes de que Tomás pudiera hablar, Carmen se adelantó a reprenderla: —Rocío, Tomi solo te considera una hermana. ¿Aún no te das por vencida?
—No...
—Basta, si no es algo importante, no me molestes más.— Tomás la interrumpió, sin darle la oportunidad de explicarse.
Rocío sintió una acidez en su nariz y una presión en los ojos. Quería llorar.
Tomás nunca antes había hablado así.
Él sabía de sus inseguridades, siempre la consolaba y la ponía antes que al resto.
Tomás había dicho cuando todo sobre ella era lo más importante.
Pero,ahora, toda su atención estaba en Carmen.
El hombre que se angustiaba por completo al verla derramar una sola lágrima, ahora, al verla llorar, no tenía ninguna reacción.
Rocío no pudo aguantar más, se volteó, avergonzada, y cerró la puerta de un golpe, como huyendo.
...
Esa noche, Rocío no durmió bien, soñó toda la noche.
En sus sueños, estaban ella y Tomás en el pasado.
Después de la muerte de sus padres, la empresa había sido administrada por Ana, que a menudo trabajaba hasta altas horas de la noche.
Tomás había aprendido a cuidar de Rocío, y aunque nunca hacía las tareas del hogar, por ella había aprendido a lavar la ropa y cocinar.
Cuando Rocío tenía dolores menstruales, él había aprendido a preparar té de jengibre.
Si Rocío tenía miedo de los truenos, él se quedaba a su lado sin moverse, ayudándola a dormirse.
Cuando los compañeros de clase se burlaban de Rocío por ser huérfana, él se metió en una pelea por primera vez, diciéndole a todos que Rocío era la única pequeña princesa de la familia López.
Ese hombre tierno de sus recuerdos la hacía hundirse una y otra vez.
Pero, de repente, la ternura desapareció, sólo quedaba disgusto, él dijo: —Rocío, me das asco, de verdad.
Rocío despertó de la nada, con lágrimas aún en su cara, y la almohada empapada.
Sus ojos estaban rojos e hinchados, se lavó y maquilló para apenas cubrir el cansancio de su cara.
Se cambió de ropa y bajó las escaleras, planeaba ir a la escuela a hacer algunos trámites. Pero, en la cocina, vio a la ocupada Carmen.
—Rocío, ya despertaste.— Carmen tenía un tazón de caldo, sonriendo y llamándola, —Hice tu caldo de huevo favorito, pruébalo.
Rocío la miró como si nada hubiera pasado, y sin querer interactuar con ella, dijo —No hace falta, yo...
—Rocío, ¿todavía estás molesta por lo que pasó con tus cosas en la fiesta de cumpleaños? No fue a propósito, ¿puedes dejar de estar enojada conmigo?— Carmen tenía los ojos rojos, mordiéndose el labio en señal de tristeza.
Esas palabras eran difíciles de aceptar para Rocío. Intentaba contener sus emociones e irse. Pero, de repente, Carmen dio un paso hacia adelante y las dos chocaron. El caldo caliente se derramó sobre Carmen, y el tazón se hizo pedazos en el suelo.
—¿Qué haces, Rocío?— La voz enfurecida de Tomás sonó, él se acercó rápidamente y apartó a Rocío para agarrar con duidado la mano quemada de Carmen.
—Rocío, si tienes que desahogarte, desahógate conmigo, pero, no te metas con Carmen. Ahora, pídele disculpas a Carmen.
Al ver que Tomás ni siquiera preguntó y la culpó de una vez, Rocío se quedó paralizada.
Su mano quemada le ardía, pero,eso no se comparaba con el dolor en su corazón.
Antes, si ella se lastimaba, aunque fuera un golpectio, Tomás siempre lo notaba de inmediato y se preocupaba mucho por ella.
Pero,ahora, sólo tenía ojos para Carmen.
—Tomi, Rocío solo sigue enojada conmigo, seguro no fue su intención, no te enojes con ella.
—Rocío, ¿eso fue lo que te enseñé? No pides disculpas cuando haces algo mal, ¿cómo te has convertido en esto? Estoy muy decepcionado de ti. Pídele disculpas a Carmen ahora, ¿me oyes?
Rocío miró a Tomás, incrédula.
Aún recordaba esos días de la secundaria, cuando alguien difundió que era huérfana y todos se enteraron.
Luego, durante una clase de educación física, se perdió dinero. Ella, que había vuelto a clase por su período menstrual, se convirtió en la principal sospechosa.
Todos la llamaron ladrona, convencidos de que, por ser huérfana, le gustaba robar.
En ese momento, Tomás estaba haciendo prácticas en la empresa, trabajando por un contrato millonario. Al enterarse, voló de regreso esa misma noche para ayudarla. Exigió con firmeza que la escuela investigara y no la culparan sin pruebas.
En ese momento, Tomás había prometido que siempre confiaría en Rocío incondicionalmente.
En solo unos pocos años, había pasado a confiar en otra mujer.
Rocío forzó una sonrisa y miró fijamente a Tomás, —¿Me creerías si digo que no fui yo?
Tomás apretó los labios y la miró intensamente sin decir palabra.
El corazón de Rocío perdía su amor poco a poco.
Se oyeron pasos detrás, y el padre de Tomás, Luis, bajó por las escaleras, molesto por el alboroto, —He escuchado sus gritos desde arriba, ¿qué está pasando aquí?
Carmen rápidamente narró los hechos, mirando a Rocío con impotencia, —Rocío, sé que no puedes aceptar que soy la novia de Tomás, pero, él tarde o temprano se casará, ¿no puedes dejar de comportarte así?
La mirada severa de Luis se fijó en Rocío, —Rocío, estás siendo muy inmadura, pídele disculpas a Carmen ahora.
—De verdad, no fue a propósito.
Nadie creía en la débil Rocío; todos la juzgaban con la mirada.
En ese momento, Ana y la mamá de Carmen, Laura, bajaron del piso de arriba.
Al ver a su hija lastimada, Laura empujó a Ana y corrió hacia Carmen para agarrar su mano,
—Carmen tiene un concurso de piano el próximo mes, es muy importante para ella, no puede lastimarse la mano. ¡Rocío, has ido demasiado lejos!
—No lo hice...— En ese momento, Rocío sintió una desesperación abrumadora.
Ana miró a Rocío con pena y se paró delante de ella, mientras la mirada insatisfecha de Luis se fijaba en ella.
—Estás todo el día ocupada con esos negocios, mira cómo has criado a Rocío. Ella lastima a otros, es envidiosa y ni siquiera admite sus errores. Si ella no se disculpa, hazlo tú por ella ahora mismo, a Laura y Carmen.
—¡Señor Luis! Esto no tiene nada que ver con tía Ana.— Rocío se sorprendió, sabiendo que Ana había sufrido mucho a manos de Laura estos años.
Laura fue el amor de la juventud de Luis. Después de su divorcio hace unos años, Luis las trajo de inmediato a vivir en la casa de los López.
Gracias a que Luis la mimaba, Laura actuaba más como la dueña de la casa que la propia Ana.
Rocío siempre había tratado de evitar conflictos con la madre e hija, nunca imaginó que Carmen terminaría con Tomás...
¿Cómo podría permitir que Ana sufriera tal humillación por ella? Rocío reprimió su dolor y su resentimiento, bajando la cabeza.
—Es mi culpa, lo siento... Carmen.
Fue difícil para ella decirlo.
Su corazón estaba cubierto de heridas, lleno hasta el borde de decepciones.