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Capítulo 141

—¿Por qué debería yo de hacerlo? —preguntó Sergio, claramente molesto: —Además, él empezó la pelea, profe. No viste cómo me dejó la cara, hinchada. Si alguien debe disculparse, debería ser él conmigo. ¿Por qué tendría yo que pedirle perdón? Mientras hablaba, miró con desdén los guantes viejos y desgastados que Mario sostenía y se burló: —Son solo unos guantes viejos, ¿qué tienen de especial? Si es necesario, puedo cambiarlos, eso es todo. —No entiendes nada, esos guantes me los tejió mi madre, ¡y tú los arruinaste! Las lágrimas se deslizaban en grandes gotas por las mejillas de Mario, que, con los puños apretados, se veía su furia. Sergio se quedó sorprendido por un momento, su expresión cambió a una de culpa y, de manera inusual, se quedó en silencio. Al ver a Mario así, Rocío sintió un golpe en el corazón. De alguna manera, ella veía su propio reflejo en este niño. Se inclinó hacia Mario y le ofreció un par de pañuelos con una voz suave: —No llores más, si los guantes están dañados,

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