Capítulo 20
En la sala de subastas, un bullicio de gente iba y venía, creando un ambiente efervescente.
El aire estaba impregnado de un relajante aroma a sándalo, y las paredes alrededor estaban diseñadas como estanterías caladas que exhibían antigüedades como cerámicas y pinturas, rodeadas de plantas verdes en macetas.
El ruido de las conversaciones cesó por un instante cuando Federico y Gabriela entraron.
Esta era la primera aparición pública de Federico desde su accidente.
Las miradas que caían sobre las piernas de Federico eran de desprecio, desdén, lástima y maldad.
Todos estaban al tanto: el orgulloso Federico ahora era discapacitado y además infértil. La sucesión de los Herrera parecía asegurada en manos de Rafael.
Federico había sido desechado, inútil.
—¿De qué sirve que tenga una esposa hermosa si su cuerpo ya no funciona? Es como condenarla a vivir como una viuda.
—Es solo una mujer bonita, ¿qué más da? ¿Acaso vas a sustituirlo en la noche de bodas?
—Jaja, ¡los Herrera ahora dependen de
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