Capítulo 93
Salvador no esperaba que ella reaccionara con tanta intensidad, lo que lo dejó momentáneamente perplejo.
Se acercó a la mujer y se sentó en el apoyabrazos del sillón, mirándola de reojo: —¿Por qué te pones tan nerviosa? No voy a hacerte daño.
—No quiero que interfieras en mi trabajo.
—¿Ni siquiera para ayudar?
Adriana quiso lanzarle una mirada fulminante, pero cuando sus ojos se encontraron con la expresión profunda y algo ambigua de Salvador, desvió la mirada casi por reflejo.
No podía soportar que él la mirara de esa manera.
Su tono se suavizó considerablemente: —¿Ayudar? Yo sirvo a mis clientes, defendiéndolos dentro de los límites que permite la ley para proteger sus derechos. Si tú usas tus contactos y habilidades para obtener beneficios para mi cliente, eso sería una ofensa a mi capacidad profesional. Además, el demandante tiene derecho a rechazar un acuerdo.
Los ojos de Salvador seguían fijos en ella, con un interés que no trataba de ocultar: —¿Así de justa y estricta es siempre
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