Capítulo 37
Bajo la serie de acusaciones de María, Adriana finalmente se dio cuenta de lo que estaba mal.
Adriana se calmó y miró fijamente a María: —¿Me hiciste venir aquí solo para decirme esto?
María no respondió directamente, sino que lanzó una pregunta: —¿Tú qué crees? Si salto desde aquí y le digo a Salvador que me empujaste, ¿a quién crees que él le creería?
—¿Estás loca?
—Solo es el tercer piso. Saltar no garantiza la muerte, pero si gano la apuesta, Salvador te odiará para siempre.
El rostro de Adriana se ensombreció: —¿Vale la pena arriesgar tu vida por esto?
—Si vale o no, eso no te concierne.— Dicho esto, María se giró y, sin pensarlo dos veces, saltó al vacío.
Adriana, por instinto, extendió la mano para agarrarla: —¡María!
Pero en el instante en que lo hizo, María ya había caído al suelo.
Adriana se asomó por el alféizar y vio cómo una mancha de sangre se expandía en el suelo, mientras los gritos de los testigos resonaban a su alrededor. Se sintió aturdida.
María r
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