Capítulo 106
Cada mañana, cuando Wálter bajaba las escaleras, Lucía ya había salido y Rosa solo preparaba el desayuno para él.
Estos cambios, aunque algo superficiales, eran los más evidentes de todos.
De forma sutil, se notaban en su vida íntima.
Lucía ya no se colgaba de su cuello ni demostraba afecto de la manera acostumbrada.
Varias veces, él había observado sus melancólicos ojos, claros y desprovistos de deseo.
Estos pequeños detalles se acumulaban en su mente, distrayéndolo con frecuencia durante las reuniones.
No fue sino hasta el final de una reunión que Tadeo se acercó.
—Presidente Wálter, ¿se siente usted bien? —preguntó con cierta preocupación.
Wálter levantó la mano y replico: —No es nada de lo que haya de que preocuparse.
Tadeo, por dentro, sentía un ligero temblor. Definitivamente, los días buenos no habían durado mucho.
¿Cómo era posible que de repente el presidente Wálter pareciera más cargado de preocupaciones que antes?
Intuía que esto tenía algo que ver con la señora Lucía

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