Capítulo 6
Bonnie comenzó a hacer shadow boxing con una precisión y fluidez impresionante.
Ella terminó su demostración dándole un puñetazo a la rama de un árbol, con el cual lo partió sin mover las hojas.
Todos se sorprendieron.
Scott se quedó boquiabierto.
Todos miraron a Bonnie como si fuera un monstruo.
“¿Le echaron un buen vistazo?”.
Bonnie se detuvo y miró a Orson.
El hombre mayor estaba impresionado.
“¡Tus movimientos fueron perfectos! Debes ser una experta en kickboxing”.
Scott se aclaró la garganta y se acercó a ella con un sonrojo.
“Joven… Eh, señora, perdóneme si la ofendí”.
Bonnie se rio entre dientes. “No soy una experta. Solo aprendí kickboxing para mantenerme sana”.
“¿Puedes enseñarme algunos de tus movimientos?”.
“¡A mí también me gustaría aprender!”.
Bonnie no tardó en ser rodeada de hombres mayores ansiosos por aprender de ella.
En ese momento, una voz dijo: “Ella es solo una farsante”.
Bonnie miró en dirección de la dueña de la voz.
Una mujer joven de 18 o 19 años se acercó al grupo. Era de estatura promedio y estaba siendo seguida por un hombre corpulento de casi dos metros de altura.
“¡Cuida tus modales, Kay!”, intervino Orson.
“Ella es solo una estafadora, abuelo. ¡Está tratando de impresionarlos para quitarles su dinero!”.
Kay se paró en medio de Bonnie y Orson mientras fulminaba a la primera con la mirada.
“No es el caso, ¿de acuerdo? ¡Sus movimientos fueron perfectos!”, dijo Orson con seriedad.
"Eres muy crédulo, abuelo. Ella debe haber hecho esto muchas veces. Estoy segura de que solo conoce esos movimientos”.
“¡Ella solo está fingiendo ser una experta para que le pagues por entrenarte!”.
“¿Estás segura?”. Orson frunció el ceño.
Scott se dio una palmada en el muslo y dijo con enojo: “¡Kay tiene razón! ¿Cómo sería posible que alguien tan joven sea tan buena en el kickboxing? ¡Debe ser una farsante!”.
El resto de los hombres murmuró entre ellos mientras miraban a Bonnie.
“¡Lárgate o llamaré a la policía!”, le gritó Kay Steele a Bonnie mientras la apartaba de un empujón.
Bonnie no quería discutir con ellos, pero le enojaba que la llamaran una farsante.
Y esa joven además le había dicho que se largara.
“¿Tienes prueba de que soy una estafadora? ¿Acaso les he quitado su dinero?”.
"Bueno, lo habrías hecho si no hubiera estado aquí, ¿no es cierto?”.
Bonnie levantó una ceja. “Así que no tienes pruebas. ¿Crees que la policía te creerá?”.
“Pues…”.
Kay no supo qué responder.
Bonnie continuó: “Sabes que puedo demandarte por difamación”.
“¿Demandarme?”. Kay no podía creer lo que escuchaba.
¡Ella nunca había conocido a una estafadora tan descarada!
“¿Entonces dices que no eres una farsante? Entonces, ¿por qué no tienes un combate de práctica con mi guardaespaldas? Te creeré si puedes vencerlo”.
“Me parece bien, pero si pierde, tendrás que disculparte conmigo”.
Bonnie no era una mujer rencorosa, pero tampoco se dejaba mangonear.
“¡Bien, trato hecho! Pero si pierdes, tendrás que disculparte conmigo, mi abuelo y sus amigos”.
"¡Además, tendrás que hacerlo en Internet para que todos sepan que eres una maldita farsante!”.
Kay estaba convencida de que Bonnie era una malvada estafadora que tenía como objetivo a los ancianos.
Orson se acercó a su nieta. “Déjala ir y ya, Kay”.
“¡No podemos, abuelo! Puede que te tuviera como objetivo porque eres un pintor famoso”.
¿Orson? ¿Un pintor famoso?
Bonnie descubrió que el anciano era un pintor famoso.
A su abuela le gustaba, y su abuelo era un grandísimo fanático.
“Solo déjala tranquila, ¿sí?”.
Orson no quería causar una escena.
“Pero abuelo, ella…”.
"Necesito ir a la escuela pronto. ¿Vamos a hacer esto o no?”, los interrumpió Bonnie con impaciencia.
Kay no podía creer que Bonnie seguía actuando como una chica ruda.
“Pelea con ella, Milo. No te contengas, ¿de acuerdo?”.
Al principio, ella pensaba decirle a su guardaespaldas que se contuviera porque se trataba de una chica, pero este ya no era el caso.
‘¡Tú lo pediste!’, pensó Kay.
“Sí, señora”.
Milo se tronó el cuello, luego las muñecas, luego sus nudillos.
Él era grande y feroz, y se veía tan aterrador que cualquier otra persona habría huído despavorida.
Pero Bonnie solo frunció el ceño y dijo con impaciencia: “Tengo prisa, ¿sí? Solo hazlo”.
“¿No quieres calentar primero?”, preguntó Milo mientras levantaba una ceja.
"No, porque tú eres mi oponente”.
Ella solo estaba hablando de un hecho. No había dicho esto para insultarlo.
“¡¿Cómo te atreves?!”.
Enojado, Milo lanzó su gran puño hacia la cara de Bonnie…