Capítulo 48
María se detuvo al escuchar que un patán la llamaba por su nombre y se volvió para mirarlo.
Él estaba sentado en su carro, con la ventana bajada, mostrando su rostro tan hermoso que podría enamorar a cualquiera. Sus ojos llenos de una supuesta profunda ternura la observaban.
Sin embargo...
En esa mirada de aparente ternura había un claro desprecio.
María se enfureció al ver esa expresión y, sin importar su imagen, le gritó, —¡El que está cojo eres tú! ¡Tienes el cerebro cojo!
Si no fuera porque Carli estaba con él, ella no hubiera querido decirle ni una sola palabra a ese hombre despreciable.
Si tuviera un ladrillo a mano, no dudaría en estrellárselo en la cabeza a Alejandro.
Al escuchar la respuesta de María, en los ojos de Alejandro, llenos de aparente ternura, apareció un destello de curiosidad.
En su memoria, María siempre había sido tan suave como el agua; no importaba cuánto la insultara o le hablara con dureza, ella solo sonreía y se alejaba.
Nunca le había respondido.
Desde que
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