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Capítulo 12

¿Necesita explicarlo otra vez? No importaba cuántas veces lo intentara con todas sus fuerzas, él no le creía. Por lo tanto, explicar ya no tenía sentido. En el corazón de Selena, la última esperanza en Jorge se había desvanecido. Debería haberlo comprendido hace mucho tiempo: por más que te esfuerces, nunca podrás calentar el corazón de alguien que no te ama. Pero ella simplemente no quería creerlo, fue muy obstinada, pensó que podría lograrlo. El resultado fue que solo se engañaba a sí misma. Bajó los párpados, y las lágrimas cayeron como perlas rotas. —Si insistes en pensar así, sigue pensando lo que quieras. Selena dejó de luchar. Dado que, por más que explicara, él no le creería, cualquier palabra se volvía inútil. Era mejor no decir nada. * El coche entró en una villa que Selena conocía, pero en la que nunca había estado. —Jorge, ¿estás tratando de limitar mi libertad?— Sus lágrimas aún no se habían secado cuando miró al hombre a su lado con incredulidad. —Sí, ¿y qué puedes hacer al respecto?— Jorge seguía siendo tan arrogante como siempre; tenía ese poder. —Mientras la policía no haya determinado que no eres sospechosa, solo podrás quedarte aquí hasta que se confirme que no eres la culpable. —Jorge, en tu corazón, ¿realmente soy una persona tan malvada? ¿De verdad piensas que haría algo para dañar a tu madre solo para obtener tu atención? Selena se rió con ironía. —Aunque pensándolo bien, en nuestro matrimonio nunca hubo ni un poco de confianza, así que es normal que pienses eso. —Jorge, por favor, no me hagas odiarte, ¿vale? Jorge se rió fríamente: —Entonces, ódiame. Ella fue escoltada a la villa por Vicente. Antes de irse, Vicente le dijo: —Señora Selena, yo le creo, pero las pruebas actuales apuntan hacia usted, así que lo siento mucho. —El jefe ha dicho que, si insiste en irse, piense en su hermana que está lejos, en Florencia. Dicho esto, Vicente salió de la villa. Selena se quedó sentada en el frío suelo, en estado de shock. Pensaba que al renunciar a Jorge ya no tendría ataduras. No imaginó que Jorge usaría a Ana para amenazarla; no tenía más remedio que ceder. Un pájaro voló hasta la ventana, con un papel en el pico, en el que estaba escrito: —Selena, tu buena racha está a punto de terminar. * Durante la siguiente semana, la casa Sánchez permaneció sumida en una atmósfera sombría. Aquel día fueron a la fábrica abandonada, pero los secuestradores ya se habían ido. Tal vez supieron que llamaron a la policía. Jorge estaba sentado en la sala de estar, mientras Esther tenía los ojos hinchados como si hubiera estado llorando sin parar. El teléfono de Vicente sonó; era una videollamada. —Jefe, nos han enviado un video. —Contesta—, dijo Jorge con voz grave. El video se conectó, mostrando un lugar indeterminado. Sofía estaba atada y una voz distorsionada por un modulador se escuchó. —El presidente Jorge puede estar tranquilo; su madre está bien cuidada, sin mayores problemas. —¿Qué es lo que quieres?— preguntó Jorge en tono severo; no le gustaba que lo amenazaran. —Vaya, es realmente el presidente del Grupo Sánchez, bastante directo y generoso—, rió el hombre. —Presidente Jorge, una persona inteligente toma varias precauciones para protegerse. La última vez realmente pagaste, pero llamaron a la policía. Solo quiero dinero, no perder mi vida. —¿Cuánto quieres? —Catorce millones de dólares. Cuando tenga el dinero, soltaré a la señora. Todos los presentes inhalaron profundamente. ¡Qué codicioso! Pero Jorge mantuvo la calma. —Está bien, catorce millones no es nada para mí. —El presidente Jorge es muy filial, mañana por la mañana, en las afueras de la ciudad, haremos el intercambio. * En la villa, Selena estaba acostada en la cama cuando de repente un olor a quemado invadió sus fosas nasales. Se levantó rápidamente y abrió la puerta; a lo lejos en el pasillo, había llamas. ¡Se estaba incendiando! Su primera reacción fue buscar agua. Selena corrió de regreso a la habitación y giró con fuerza el grifo, pero no salió ni una gota de agua. El fuego se propagó rápidamente, y en poco tiempo, las llamas llegaron al exterior de su habitación. A través de las rendijas de la puerta ya se veía el resplandor del fuego. Selena, desesperada, intentó abrir las ventanas, pero todas estaban cerradas con llave. No tenía escapatoria. Se dejó caer sin fuerzas en una esquina de la habitación, con la cara llena de desesperación. Ya no tenía deseos de sobrevivir. Esther y Sofía querían su muerte, y Jorge se había convertido en el último empujón que la lanzó al abismo. * Jorge salió temprano esa mañana con el dinero hacia las afueras de la ciudad, pero los secuestradores no aparecieron. De regreso, recibió la noticia de que la villa se estaba incendiando. —¿Qué está pasando?— Jorge no tenía intención de que Selena muriera. Vicente negó con la cabeza. —Aún no lo sabemos. En el camino hacia la villa hubo un accidente en cadena; los bomberos no pudieron pasar. La situación allí es incierta; tal vez deberíamos prepararnos para lo peor... Prepararse para lo peor significaba que Selena había muerto en el incendio. Jorge permaneció en silencio durante un largo rato, cuando de repente, el coche en el que iban se tambaleó, y su cabeza chocó contra una de las ventanas. En ese instante, fragmentos de recuerdos que le causaban dolor de cabeza inundaron su mente. Un viejo y maloliente barco pesquero, una niña delgada que lo agarraba de la mano y saltaba al río. Antes de saltar, ella le dijo: —Niño, no tengas miedo, te llevaré a la orilla. Ella lo llevó con gran esfuerzo hasta la orilla; él le había prometido que, cuando creciera, se casaría con ella. La persona que le salvó la vida no fue Esther, sino Selena. —¡Rápido, ve a la villa inmediatamente! Jorge se agarró la cabeza con dolor, y Vicente no sabía qué hacer. El conductor aceleró hacia la villa. * Cuando Jorge llegó a la villa, esta ya había quedado reducida a cenizas, solo quedaban los cimientos. A su alrededor, todo era escombros. No había señales de Selena. Selena había muerto, quemada en el gran incendio. El jefe del equipo de rescate se acercó, apenado, y le dijo: —Presidente Jorge, lo siento, hicimos todo lo posible, la señora Selena... no se aflija. Jorge no aceptaba ese resultado e intentó entrar corriendo en las ruinas, pero Vicente y los miembros del equipo de rescate lo detuvieron a tiempo. Se arrodilló en el suelo, murmurando: —Selena, ¿no decías que querías que recordara? Ya lo recordé todo, ¡aparece ahora! Luis llegó apresurado, al ver la escena, se acercó a Jorge y le propinó un puñetazo. —¿Dónde está Selena, Jorge? Jorge no se defendió; se quedó sentado, aturdido. Vicente le dijo: —Señor Luis, hicimos todo lo posible. Luis soltó una carcajada amarga. —De verdad, hicieron todo lo posible. —Si ella se hubiera ido conmigo a la Ciudad de los Sueños, ¿sería diferente el resultado? Luis rió como un loco. —Jorge, le debes a Selena todo en esta vida. Dicho esto, arrojó un documento y se dio la vuelta para irse. Era un informe sobre todo lo que Selena había hecho por Jorge y por el Grupo Sánchez durante todos estos años. Jorge no podía creer lo que veía, pero esa era la realidad. Sus ojos se llenaron de tristeza; al final, todo había sido un malentendido. Ella nunca hizo nada mal. Después del incendio, una tormenta de nieve azotó la ciudad. La nieve cubrió toda la ciudad, y se llevó la vida de Selena. En los incontables días y noches que siguieron, Jorge miraba los mensajes que nunca recibieron respuesta, abrazando la ropa que ella había hecho a mano, sin poder dormir ni una sola noche.

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