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Capítulo 11

Luis miró a Jorge con una mezcla de cortesía y un leve toque de enojo en su voz. —Presidente Jorge, ¿qué significa esto? —¿Acaso necesita el señor Luis involucrarse en mis asuntos? —Presidente Jorge, Selena ya no es tu esposa, sería mejor que te comportaras. Sería beneficioso tanto para ella como para ti. Jorge soltó una risa suave, sin prestarle atención. La presencia de Jorge era abrumadora, y en ese momento, su aura emanaba un frío intenso. Era como si su poder fuera capaz de congelar el aire a su alrededor, acercándose con una amenaza implícita. Con arrogancia, abrió la puerta del asiento del copiloto. —¿Te bajas por tu cuenta o tengo que sacarte yo mismo? Había una amenaza clara en su tono; la dulzura de la noche anterior había desaparecido por completo. Aquella dulzura parecía haber estado reservada únicamente para la noche anterior. Un escalofrío recorrió a Selena, quien suspiró sin saber qué había sucedido con Jorge durante la noche anterior. Sin embargo, tenía claro algo: no podía arrastrar a Luis a sus problemas. Este no era Ciudad de los Sueños, no era el territorio de Luis, y si se enfrentaba a Jorge, no saldría bien parado. Selena desabrochó su cinturón de seguridad, y Jorge retrocedió un paso. —¡Selena! Luis, preocupado, alzó la voz. Aunque podría haber derrotado a los guardias de seguridad frente a la Casa Sánchez, no podía enfrentarse solo a los guardaespaldas entrenados que acompañaban a Jorge. Selena le sonrió con ternura. —No te preocupes, Luis. Yo me encargaré de esto. Luego, se volvió hacia Jorge. —Presidente Jorge, suelta a Luis. —Si vienes conmigo, lo soltaré,— respondió Jorge con la misma frialdad. Selena se preguntó cómo había podido enamorarse de un hombre así. —De acuerdo, iré contigo. Pero no puedes retractarte. —Yo no soy como tú, que miente a cada paso. Las palabras de Jorge le rompieron el corazón a Selena. Subió al vehículo Clase G negro junto a Jorge. Cuando el coche arrancó y vio que Luis era liberado, se sintió aliviada. Mientras no involucrara a otros, a Selena no le importaba lo que Jorge le hiciera. Antes de que pudiera preguntarle qué estaba sucediendo, Jorge le agarró la mandíbula. Selena abrió los ojos de par en par y trató de empujarlo, pero sus manos fueron sujetadas y alzadas por encima de su cabeza. Su voz temblaba. —Anoche acordamos que no tendríamos más relación a partir de hoy, que me iría de Ciudad del Cielo, y que no volveríamos a estar involucrados. Lo dije y lo cumpliré. ¿Qué estás haciendo? Jorge, lejos de enojarse, se rió con sarcasmo. —¿De verdad quieres comenzar una nueva vida en Ciudad de los Sueños, o solo estás tratando de escapar? Selena quedó perpleja por unos segundos. —¿Por qué querría escapar? No entendía a qué se refería. —Jorge, no entiendo lo que dices. Jorge sacó una caja de un lado. —¿Esto no es tuyo? Dentro había una pulsera que Jorge le había traído de uno de sus viajes. Era una pulsera que ella adoraba y llevaba siempre consigo. —Sí, es mía, pero tú la compraste. Ahora que nos divorciamos, ya no la llevo. Dejé todas las cosas que me regalaste en la Casa Sánchez,— respondió Selena sinceramente. Había cortado la relación por completo, sin dejar nada, pues sabía que dejar algo significaba no poder romper del todo. Así que ella no dejó nada. —¿Sigues fingiendo, Selena? La sonrisa de Jorge se volvió siniestra, su mirada oscura y penetrante. —¿Fingiendo qué? Selena, inesperadamente, se encontró con esos ojos fríos y su corazón pareció detenerse. —¿Sabes de dónde proviene esto? —Ya te dije, dejé todo en la Casa Sánchez. Puedes ir a buscarlo cuando quieras, presidente Jorge. —El secuestrador pidió un rescate, mandaron a alguien con el dinero, pero el secuestrador huyó, dejando esta pulsera en el lugar. Selena soltó una carcajada, comprendiendo de repente la situación. —Entonces, ¿me estás acusando de ser la mente maestra detrás del secuestro de la señora Sofía?— preguntó, incrédula. —Esta pulsera podría ser de cualquiera, no es única. La dejé en la Casa Sánchez, cualquier persona allí podría haberla tomado. ¿Cómo puedes estar tan seguro de que fui yo? —Ningún criminal sería tan tonto como para entregar pruebas que lo incriminen a un secuestrador. Además, estuve contigo casi toda la noche, ¿cómo podría haber tenido tiempo para cometer un crimen? Estuve contigo en el apartamento, ni siquiera toqué mi teléfono. ¿Cómo podría haberme coordinado con los secuestradores? —Fue solo cuando Esther te llamó que supe del secuestro de Sofía. Jorge, ¿de dónde sacaste la idea de que yo hice esto? ¿Me interceptaste solo porque me odias tanto? Jorge se rió con frialdad, apretando más fuerte. —Anoche viniste a la oficina a verme, con la falsa intención de tener nuestra última cena, ¿para qué? ¿Para que yo testificara a tu favor y limpiara tu nombre? ¿Acaso no soy más convincente que cualquier grabación de seguridad? Selena, en ese instante, sintió que su vida era un cúmulo de tristeza. Por amor a él, para terminar de la mejor manera posible, había dejado de lado todo su orgullo. En una noche de tormenta, arriesgó enfermarse para buscarlo y rogarle por un aniversario de boda que nunca existió, solo para poder poner fin a su matrimonio de manera digna. Pero él veía todo como algo despreciable. Para él, la noche anterior no fue más que una artimaña para crear una coartada. Había renunciado a todo por amor a él, pero esa misma razón la había llevado a perder su dignidad una y otra vez. Las lágrimas comenzaron a fluir por las mejillas de Selena. —Admito que la odio. Ella fue la causa indirecta de la muerte de mi hijo, y la razón por la que este matrimonio terminó de esta manera. La odio profundamente. —Pero te amo a ti, Jorge. Sofía es la única familia que te queda en este mundo, no podría hacer algo así. No lo soportaría. Ella es tu madre, y sé lo que es perder a un ser querido. No quiero que experimentes lo mismo. Por amor a él, incluso había dejado de odiar. Jorge soltó un resoplido, claramente sin creerle. —Selena, siempre has dicho que me amas, pero piensa en lo que has hecho. ¿De verdad me amas o me has estado hiriendo todo este tiempo? ¿Qué de lo que has hecho es honorable? Se acercó más a ella. —Selena, ¿estás segura de que no hiciste todo eso para que te odiara? Ante la mirada de odio y las preguntas de Jorge, las lágrimas de Selena se deslizaron por su rostro. Nunca había imaginado que las cosas que hizo por él serían vistas como un daño, como algo que solo le provocaría repulsión. Selena había explicado innumerables veces que muchas cosas no habían sido obra suya, sino que había sido víctima de falsas acusaciones. Incluso casarse con él había sido algo impuesto. No necesitaba recurrir a medios tan despreciables. En aquel entonces, el Grupo Sánchez necesitaba la ayuda de la familia Medina, y su matrimonio solo podía considerarse un acuerdo. Admitió que había manipulado algunos de sus documentos, pero al final, quienes se beneficiaron fueron él y el Grupo Sánchez. Selena lo había explicado una y otra vez, pero Jorge nunca había confiado en ella.

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