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Capítulo 4

Incluso si ya se hubieran eliminado las evidencias de las cámaras de seguridad, eso no haría diferencia. De alguna manera, obtendría la evidencia que necesitaba. De pronto, Lucille percibió un tenue olor a medicina, y sintió que su corazón se serenaba. Giró la cabeza y se dio cuenta de que Joseph la estaba mirando intensamente. El olor a medicina provenía de él. Lucille frunció el ceño, desconcertada por aquel repentino escrutinio. "¿Nos conocemos de algún lado?" preguntó. Con una sonrisa casi imperceptible, él se presentó: "Joseph Collins". Lucille se sorprendió ligeramente. No esperaba una presentación así. Bueno, ya que él se había presentado, lo cortés era corresponder al gesto. Por lo tanto, ella hizo lo mismo: "Lucille Jules". Joseph le tendió la mano. "Encantado de conocerte” dijo, dedicándole una sonrisa cortés que no se extendía hasta sus ojos. Lucille se enfocó en su mano extendida. Era firme y bien cuidada, con dedos delgados y masculinos. Colocó su delicada mano sobre la de él y, tras darle un ligero apretón, la retiró rápidamente.  Joseph se perdió por un instante en sus pensamientos y se miró la palma de la mano, donde la sensación del contacto con ella aún permanecía. Aunque el intercambio había sido muy breve, no podía desprenderse de la inesperada calidez que había sentido al tocarla. La mano de ella se sentía fría al tacto, y sin embargo le había producido una inexplicable y sorprendente sensación de calor. Joseph retiró su mano y titubeó por un instante. Sus ojos reflejaban emociones complejas. Cuando llegaron al hotel, Lucille agradeció a Joseph y salió del automóvil. El sol acababa de ponerse, la noche estaba empezando, y ella estaba luchando por mantener los ojos abiertos. Estaba a punto de entrar presurosa al hotel cuando, de repente, sintió una sombra cernirse sobre ella. Giró sorprendida, y vio a Joseph detrás de ella, sosteniendo un paraguas negro. Él le devolvió la mirada con una expresión imperturbable y dijo: "Voy en la misma dirección. Deja que te acompañe". Lucille arqueó una ceja, pero no dijo nada. Se metió bajo el paraguas con él y entró en el hotel caminando a su lado.  Fueron solo unos pocos pasos, pero Lucille sintió que estaba ardiendo. Cuando entraron en el vestíbulo del hotel, que estaba climatizado, comenzó a sentirse aliviada de nuevo.  Le explicó al guardia de seguridad cuál era su propósito, pero, como ya había previsto, el hombre empezó a poner excusas de inmediato. "Lo siento, señorita Lucille, las cámaras se averiaron repentinamente esta mañana, y cuando el técnico vino a repararlas, formateó el disco duro por accidente. Lo siento mucho". ¡Qué excusa tan oportuna, y qué mentira tan burda! Lucille suspiró, y fingió sentirse decepcionada. "Es una lástima". El guardia de seguridad percibió la decepción en su rostro y sintió un cierto desdén. Era tan fácil engañar a alguien tan ingenuo como ella. "¿Puedo ir a la sala de vigilancia y echar un vistazo?" preguntó Lucille. El guardia de seguridad asintió al instante. "Por supuesto, adelante". Desde luego, él ya sabía que el vídeo había sido borrado. Aunque revisara a fondo la computadora, no lograría encontrar nada.   Con un aire de superioridad, el guardia de seguridad le indicó el camino, sin mostrarse preocupado en absoluto.  Para su infinita sorpresa, tan pronto como Lucille se sentó frente la computadora sus dedos volaron sobre el teclado a una velocidad vertiginosa, dejando sólo una estela de movimiento a su paso. Un minuto después, ella tenía un dispositivo USB en la mano. Se lo guardó y se volvió hacia el guardia. "Parece que el vídeo, en efecto, ha desaparecido. Qué lástima". El hombre repitió sus disculpas, sin darse cuenta de que Lucille había sido capaz de percatarse de su engaño. Con una mirada de desprecio, Lucille dio media vuelta para marcharse.  Sin embargo, justo al doblar una esquina, chocó contra una pared humana, lo que la hizo retroceder tambaleándose. "¡Puaj!" Lucille se tapó la nariz, y frunció el ceño, irritada. El aroma a medicina que había percibido antes la golpeó una vez más. De alguna manera, aquel olor aliviaba ligeramente la tensión que sentía... Miró hacia arriba y vio el increíblemente hermoso rostro de Joseph, arqueando una ceja hacia ella. "¿Qué estás haciendo aquí?" preguntó intrigada. Joseph bajó la cabeza y le dedicó una sonrisa encantadora. "¿Podrías creer que es solo una coincidencia que nos hayamos encontrado aquí?" Lucille rodó los ojos. "No." En un hotel tan grande, ¿cómo podría él tropezarse accidentalmente con ella en un pasillo cualquiera? Era obvio que él lo había planeado. Lucille desvió la mirada, haciendo lo posible por no dejarse seducir por el carisma y el encanto de Joseph. No sólo era guapo, sino que también poseía un carisma irresistible, capaz de cautivar el corazón de cualquier mujer. Sin embargo, ella no era una chica común y corriente, que pudiera enamorarse perdidamente de un hombre como Joseph.  Había conocido demasiados playboys como él en Dilsburg. Joseph era un hombre de pensamientos profundos, y era difícil adivinar sus verdaderas intenciones. Era un misterio profundo e insondable. Aunque en todo momento había exhibido un aspecto afable y amistoso ante ella, sus ojos jamás revelaban sus verdaderos sentimientos. Cada vez que lo miraba de cerca, podía ver una frialdad en sus ojos que despertaba sospechas en ella.  Lucille sabía que él era alguien extremadamente peligroso, y que debería mantenerse a una distancia prudencial de él. Joseph se rio entre dientes: "Ya que me has descubierto, ¿por qué no te dejas llevar por la corriente, y me permites acercarte a casa?" Lucille se mantuvo en silencio. Ella había imaginado que él era un hombre distante e inaccesible, como un dios. Pero al parecer, era verdaderamente imperturbable. Pero parecía sincero, y ella no tenía ni un centavo en ese momento, por lo que aceptó la invitación a regañadientes. "A la Villa Jules, gracias" dijo Lucille. Joseph levantó una ceja, intrigado. "¡Qué coincidencia! Es justo hacia donde me dirijo". Lucille se encogió de hombros con indiferencia. "De acuerdo, vamos". Caminaron juntos hacia el vestíbulo, donde Culver los estaba esperando. Este quedó boquiabierto cuando los vio caminando juntos. ¿Qué dem*nios estaba pasando?" ¿El Sr. Joseph lo había dejando esperando aquí para ir a buscar a Lucille? ¿Qué es lo que hacía que esta chica hipócrita fuera tan especial? ¿Y por qué el Sr. Joseph era tan atento con ella? "Culver" dijo Joseph. "Llevaremos a la señorita Jules a la Villa Jules antes de regresar a casa". Culver quedó anonadado. La Villa Jules y la Mansión Collins estaban en extremos diametralmente opuestos entre sí. ¿Qué clase de broma era esta? Se dio cuenta de que se trataba de una estratagema de su jefe para impresionar a esta mujer. ¡El Sr. Joseph estaba mintiendo descaradamente! Media hora después, el Maybach se detuvo frente a la Villa Jules. Era una lujosa mansión, situada en una zona de villas exclusivas. Luego de que Lucille bajara del auto, y le diera las gracias a Joseph, aprovechó para echarle una rápida mirada, y ofrecerle algunos consejos.  "Las hierbas que estás consumiendo tienen una acción refrigerante que puede ser perjudicial a largo plazo. Te sugiero que las sustituyas por una fórmula más suave, que quizá no sea tan eficaz, pero es más llevadera para tu cuerpo, y no te causará daño."

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