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Capítulo 15

Mount Ocean House sin duda estaba a la altura de su reputación como una casa de empeños de renombre mundial. La decoración interior era de enorme lujo y suntuosidad, como ponían de manifiesto sus pisos de jade. Nada más entrar en la tienda, una persona la recibió con una sonrisa. "Señorita, ¿puedo ayudarla con algo?" Lucille asintió. "Tengo algo que desearía empeñar". El hombre realizó inmediatamente una reverencia, y con una sonrisa indicó: "Por favor, acompáñeme". Un instante más tarde, Lucille fue conducida a una sala privada. Antes de que pudiera siquiera acomodarse en la silla, entraron dos tasadores, ataviados con elegantes trajes y zapatos de cuero, y con sendos maletines en las manos. Una vez que se acomodaron, Lucille fue directamente al grano. "Quiero vender el 40% de las acciones del Jules Group. ¿Cuánto pueden ofrecerme?" Era obvio que estos hombres estaban acostumbrados a este tipo de pedidos audaces. La expresión de ambos permaneció impasible. "Por supuesto. Sin embargo, de acuerdo con nuestras reglas, le cobraremos el uno por ciento de comisión. ¿Todavía sigue interesada?" Lucila sonrió. "Por supuesto, eso me parece justo". Sacó el acuerdo de accionistas, así como los títulos de propiedad de la villa de la familia Jules, y se los entregó al tasador. "Además, necesito que vendan esta villa por mí". El hombre asintió, tomó ambos documentos, y comenzó a examinarlos. La villa de la familia Jules estaba situada en una zona residencial, rodeada de casas de personas ricas y famosas. Era una zona sumamente exclusiva, y la propiedad en sí era enorme. Desde luego, el precio no sería bajo. Después de evaluarlo por un tiempo, el tasador la cotizó en 100 millones de dólares. Lucille enarcó una ceja y dio unos golpecitos con los dedos sobre la mesa. Tenía sentido. A fin de cuentas, Shein City no estaba tan desarrollada como Dilsburg. Vender la propiedad por semejante suma ya era casi un milagro. Tras revisar los papeles de la villa, el tasador pasó a las acciones del Jules Group. Aunque el Jules Group era una empresa bastante grande, Howard había tomado varias decisiones cuestionables recientemente, y estas habían causado que el precio de las acciones cayeran en picado. Eso había disminuido enormemente su valor. La mejor oferta que podían hacerle era de mil millones de dólares. El total ascendía a 1.100 millones. Dejando a un lado la comisión de Mount Ocean House, Lucille aún podría quedarse con más de mil millones. Podría haber parecido mucho dinero, pero, en realidad, Lucille lo vendió a precio bajo. Sin embargo, no sentía que estuviera perdiendo nada. Sin mediar palabra, firmó el contrato sin dudarlo. En ese momento, el otro tasador, que no había dicho ni una palabra desde el principio, finalmente habló: "Señorita, ¿está segura de que no quiere pensarlo un poco más?" Cuando Lucille terminó de firmar, se recostó en la silla y dijo, sin un rastro de duda en su voz: "Nunca me arrepiento de las decisiones que tomo". El hombre no pudo más que reconsiderar su opinión sobre Lucille. Para alguien de su edad, poseía un valor y una audacia increíbles. El tasador estaba seguro de que en un futuro llegaría a ser alguien importante. Aceptó solemnemente los documentos y se los pasó al hombre que estaba a su lado para iniciar la transferencia de la propiedad. Para su tranquilidad, le dijo: "Nuestro negocio ha experimentado un crecimiento tan grande porque siempre nos hemos basado en la honestidad. Un billón de dólares no es precisamente una cifra pequeña, pero tenemos el capital suficiente. No se preocupe, el dinero será transferido a su cuenta en un plazo de dos horas". Lucille apoyó el rostro en la palma de su mano y dijo con un tono distendido: " Eso no será necesario. Por favor, done los mil millones a caridad y transfiérame solo el dinero correspondiente a la villa". Al escucharla, el tasador fue incapaz de mantener la compostura. "¿Qué... Disculpe, donar el dinero?" ¿Quizás había oído mal? ¿Por qué alguien donaría a la caridad todo ese dinero? "Así es" dijo Lucille. "Y recuerde donarlo a mi nombre". Quería asegurarse de que las personas que se beneficiaran de su amabilidad recordaran su nombre.  Alguien tan generosa como ella merecía ser recordada. El tasador quedó conmocionado, pero preparó rápidamente una lista de donaciones benéficas. Una vez que Lucille hubo estampado su firma, la miró con gran respeto y le dijo: "Gracias, señorita Jules, por sus contribuciones a la beneficencia. Las personas que recibirán su ayuda la recordarán para siempre". Lucille permaneció en silencio. Sólo sonrió, recogió los documentos y el certificado de donación, y dio media vuelta para marcharse. Mientras caminaba por el pasillo, pudo oír el bullicio de una conversación procedente de otra habitación. Se detuvo de golpe y se quedó un momento escuchando. El responsable la siguió, y explicó con cierta incomodidad: "Me disculpo por semejante escándalo. No hace mucho recibimos una propiedad para subastar el mes que viene, pero se trata de algo a lo que no se le puede poner precio, y de ahí la gran polémica sobre cuál debe ser el precio de partida". Lucille asintió ligeramente. Por alguna razón, sentía una especie de atracción hacia aquella habitación, lo que hizo que se acercara a ella. No podía evitar las ganas de echar un vistazo. Entrecerró los ojos, intentando ver de qué se trataba, pero había demasiada gente en la sala de conferencias, y no consiguió ver nada. El responsable pareció darse cuenta de lo que pensaba, y le dijo sonriendo: "Señorita Jules, no se preocupe. Dentro de tres días anunciaremos todos los artículos de esta subasta. Si le interesa, puede echar un vistazo en ese momento". Lucille apartó la mirada y sacudió la cabeza sonriendo. "Olvídelo, ya no tengo suficiente dinero como para eso". Al responsable esto le causó mucha gracia, y soltó una risita. "Usted sí que es una bromista". A continuación, examinó a Lucille de pies a cabeza. Los rumores decían que la quinta hija de la familia Jules era introvertida, malhumorada y sin modales. Pero después de haberla conocido, los rumores parecían ser totalmente infundados. ¡Resultaba evidente que Lucille era una chica elegante, que brillaba en la oscuridad como la mismísima luna! En una sala dentro del restaurante... Culver empujó la puerta y entró a toda prisa. Susurró al oído de Joseph: "La señorita Jules fue a Mount Ocean House. Vendió las acciones del Grupo Jules, e incluso la villa de la familia. Podría haber ganado mil millones de dólares, ¡pero en lugar de eso lo donó todo!" Continuó susurrando: "Escuché que cuando firmó los papeles para la donación, ni siquiera se inmutó. Si Howard llegara a enterarse, se moriría de rabia". Los finos labios de Joseph esbozaron una sonrisa, y sus ojos reflejaron un atisbo de curiosidad. "Bueno, sin duda se trata de algo que ella es capaz de hacer". Culver, en cambio, se mostraba enormemente sorprendido. "¿Pero acaso eso no fue lo que le dejó su madre? ¿Cómo pudo haberlo donado sin ninguna vacilación?" Joseph le echó una mirada y dijo en tono grave: "Todo eso le pertenece. Incluso suponiendo que ella quisiera regalarlo, nadie tendría por qué opinar al respecto". Culver se calló de inmediato. ¡Entendido! El Sr. Joseph ni siquiera sabía los pormenores de lo que había ocurrido, pero ya estaba defendiéndola. Si él consiguiera ganarse su corazón, ¡de seguro la consentiría sin límites! Culver tragó saliva mientras intentaba armarse de valor para preguntarle si realmente le gustaba Lucille. Pero ni bien abrió la boca para hablar, alguien golpeó a la puerta. "Adelante, por favor". Lucille abrió la puerta y entró caminando presurosa. "Perdón por hacerte esperar tanto". Joseph la observó detenidamente. Se levantó y la ayudó a colocar un taburete. "No te preocupes. Hay cosas por las que vale la pena esperar". Sus palabras siempre tenían un significado más profundo, y Lucille no conseguía evitar la sensación de que él estaba insinuando algo... Cuando sus miradas se cruzaron, él le pasó un menú y le dedicó una sonrisa pícara: "Me refiero a la comida". Lucille se quedó muda. Culver, que observaba desde un costado, no pudo evitar sentirse nervioso por él. ¡Señor Joseph! ¡Así no es como se conquista a una chica! Lucille aceptó el menú. Ignorando los precios de cuatro dígitos de cada uno de los platos, pidió complacida ocho de ellos. Para terminar, decidió agregar también un tazón grande de una sopa tónica de hierbas. Lucille alzó la vista y miró a Joseph, que a esas alturas ya se había puesto verde. Sonrió de manera significativa. "La sopa es beneficiosa, especialmente para hombres débiles como tú". El rostro del hombre se ensombreció, pero, al cabo de un rato, soltó una risita y dijo: "Señorita Jules, al parecer se preocupa mucho por mi cuerpo. ¿Será porque...?" La sonrisa de Lucille se congeló. "¿Porque qué?" Joseph se detuvo a mitad de la frase, y dejó el resto a su imaginación. Lucille tosió ligeramente y levantó su vaso de agua intentando aliviar la incomodidad, como si él hubiera dicho algo inapropiado. Después de cenar, Lucille se las arregló para pagar la cuenta antes que el propio Joseph pudiera hacerlo. "Déjame pagar a mí esta vez. Como me has ayudado tanto, estaremos a mano después de esta comida". Joseph estaba de muy buen humor, pero cuando escuchó la frase “estaremos a mano", su rostro se ensombreció de inmediato. Se inclinó hacia adelante y arrinconó a Lucille. "Entonces, ¿planeas usar esta comida para trazar una línea entre nosotros dos?"

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