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Capítulo 10

Lucille se alejó de la Villa Jules y se dirigió al borde de la carretera para esperar el autobús. Por más increíble que pareciera, a pesar de ser hija de la familia Jules, no llevaba dinero encima, ya que Howard había congelado todas sus cuentas bancarias como castigo. Incluso el conductor de la casa había sido asignado para servir a Zoey y no a ella.  La razón de las acciones de Howard era obligarla a entregar el 40% de sus acciones.  Al recordar esto, ella no pudo evitar hacer una mueca de desprecio. Tenía tantas ganas de mostrarle a Howard lo que significaba realmente el arrepentimiento.  ¡Bip! De repente, la bocina de un coche la hizo volver a la realidad.  Al levantar la cabeza, vio un coche de lujo de primera clase que se detenía lentamente ante ella.  Un hombre con un perfil impresionantemente hermoso fue revelado al bajarse la ventanilla. "Oye, pequeña, sube al coche", dijo.  Ella miró al hombre que estaba sentado en el asiento trasero, y con los ojos entrecerrados ligeramente, preguntó: "Sr. Joseph, ¿esto es una coincidencia?".  Las palabras que utilizó, no pasaron desapercibidas para Joseph, ya que la palabra "coincidencia" llevaba implícito un mensaje. Entonces, él giró la cabeza, revelando así una mirada aguda y refinada mientras se posaba en las exquisitas y bellas facciones de Lucille. Aunque los labios de esta se curvaron en una sonrisa, parecían superficiales, ya que ni siquiera llegaban hasta sus ojos que llevaban cierta vigilancia.  Al verla, él no pudo evitar reírse.  Sus modales superficiales y sus gestos amables le parecieron poco sinceros y carentes de verdadera calidez. "No es una coincidencia. Llevo mucho tiempo planeando esto", dijo con una sonrisa tras retirar la mirada. ¿Había estado planeándolo durante mucho tiempo? "¿Qué necesita de mí, Sr. Joseph?", preguntó con los ojos entornados.  Él no respondió a su pregunta, simplemente bajó la cabeza y se arregló las mangas, diciendo: "Sube al coche y te lo contaré". Sin siquiera pensárselo dos veces, ella abrió la puerta del coche y se metió en él. Al doblar la esquina de la calle, se podía ver estacionado un lujoso coche blanco. En él estaban sentados Zoey y Samuel, quienes miraban incrédulos la escena que tenían delante. ¿Qué fue lo que vieron? ¿Era Lucille entrando en un coche de lujo? Los ojos de Zoey se entrecerraron y en ellos brilló un destello cruel. "Samuel, no puedo creer lo que acabo de ver", exclamó, con los ojos brillantes de ira. "¡Lucille se metió en el coche de un desconocido como si nada! ¿No tiene respeto por sí misma? Aunque el tipo esté forrado, no debería rebajarse así". Con sus ojos llenos de lágrimas y pena, continuó: "¡Si papá se entera, la matará a golpes!". Sin saber la verdad, ella ya se había formado una opinión de Lucille como alguien que carecía de dignidad y decoro. "¡Qué vergüenza!", dijo Samuel respirando hondo y con los dientes apretados. Zoey suspiró y esbozó una sonrisa siniestra donde Samuel no pudiera verla.  Ella tenía algo bueno preparado para Lucille cuando llegaran a la universidad más tarde. ...... Fuera de una universidad aristocrática de élite. "Sr. Joseph, hemos llegado", dijo Culver mientras paraba el coche. Lucille miró por la ventana con expresión tranquila, sin sorprenderse en absoluto de que Joseph supiera que ella iba a esa universidad.  La propietaria original de este cuerpo era una estudiante de primer año de medicina en esta facultad, y hoy era el día de la matriculación. Si no fuera por esto, no habría querido venir. "Gracias", dijo ella mientras empujaba la puerta del coche y se preparaba para salir. Pero Joseph la agarró de la muñeca y le dijo: "Espera". Ella giró la cabeza y se topó con sus encantadores ojos. "¿Qué pasa?", preguntó con curiosidad.  Los ojos de Joseph se clavaron en los marrones de Lucille, mientras pronunciaba: "Un simple gracias, ¿eso es todo lo que me dirás?".  En respuesta, ella levantó una ceja. "¿Necesitas que exprese mi gratitud de otra manera?". Su tono era ecuánime y sus ojos se mantenían firmes. En cuanto a su postura, era inquebrantable bajo el peso de la presencia dominante de Joseph.  Él se quedó mirándola fijamente, casi como si intentara ver más allá de ella y contemplar a otra persona. Sus ojos estaban envueltos en un profundo misterio. Después de un rato, le soltó lentamente la muñeca y contestó: "Olvídalo". Ni siquiera sabía lo que esperaba de ella. Lucille se quedó perpleja mientras le observaba, y retiró la mano antes de salir del coche sin mirar atrás. Se dirigió al campus, y la mirada abrasadora que la observaba desde atrás solo desapareció cuando estuvo lejos. No era estúpida. Joseph debía tener algún motivo oculto para tratar con ella, aunque lo negara. Sin embargo, sabía que no se podía jugar con él. Su intuición le decía que ese hombre era peligroso, y constantemente parecía estar poniéndola a prueba.  ¿Había descubierto algo?  Lucille sacudió la cabeza y entró en el bloque donde se enseñaba su asignatura.  El lugar estaba lleno de recuerdos dolorosos para la propietaria original de este cuerpo.  Aquí la habían acosado, aislado y herido con palabras crueles.  En cuanto entró en el edificio, sintió una fuerte pena y dolor por parte de la propietaria original. A pesar del malestar, lo reprimió con fuerza y susurró: "No tengas miedo. No dejaré que sufras más".  Con eso, sus emociones se estabilizaron poco a poco mientras subía al aula del tercer piso.  Cuando llegó a la puerta, vio que los compañeros, antes inquietos, se calmaban nada más verla. Sus ojos esperaban alegremente que se convirtiera en el blanco de sus bromas. Sin embargo, ella hizo una mueca y pateó la puerta con fuerza. Esto provocó la caída de un cubo lleno de excrementos que salpicó a todos los alumnos de la clase. Empapó a casi todos de mugre marrón y llenó la sala de un hedor pútrido.  Nadie se salvó.  "¡Ay! ¡Ayuda! ¡Qué mal huele!". "Voy a vomitar. ¡Ayúdenme!". "Dios mío, ¿qué es esto? ¿Es un gusano? ¡Psst!". Lucille, por su parte, se quedó en la puerta con los brazos cruzados, observando fríamente cómo se desarrollaba todo. Sus compañeros gritaron de asco y agonía. Si hubiera sido la dueña original de este cuerpo, la habrían empapado en agua sucia y luego se habrían burlado de ella y la habrían humillado.  Una de las chicas que disfrutaba metiéndose con la propietaria original apretó los dientes y lanzó un grito furioso: "¡Lucille Jules! ¿Tienes ganas de morir? ¿Quién te ha dado derecho a defenderte?".  Lucille simplemente sonrió con satisfacción.  Era casi como si pensaran que estaba perfectamente bien atormentarla, pero en el momento en que ella se defendía, estaba equivocada.  Bueno, hoy les daría una lección.  Lucille volvió a abrir la puerta de una patada y entró en el aula.  La luz de fondo la enmarcaba en una silueta imponente, y su actitud fría y distante no hacía más que aumentar su atractivo. Vestida con un largo vestido negro, su piel clara brillaba como la nieve y su noble temperamento la hacía parecer una diosa sagrada e inviolable. El público se quedó estupefacto y boquiabierto. ¿Era esta la misma Lucille que solía ser mansa, vestir solo camisetas blancas y vaqueros, y que rara vez hablaba? ¿Cómo ha podido cambiar tanto? Todos los chicos presentes la miraban con ojos brillantes, como si fuera una diosa que hubiera descendido a la tierra. Estaban totalmente hechizados. Las chicas, por su parte, ardían de celos. La principal de las acosadoras, consumida por la envidia, se precipitó hacia delante y la abofeteó. "¡P*rra! ¡Estás cavando tu propia tumba!". Lucille se burló y rápidamente agarró la muñeca de la chica, retorciéndola hacia atrás con fuerza. Un fuerte crujido resonó en el aula, seguido inmediatamente por un grito de agonía de otro mundo. "¡¡Ah!! ¡Mi mano!". La multitud se asustó de repente, tomando una fuerte bocanada de aire frío. ¡¿Quién iba a pensar que Lucille le rompería la mano delante de sus ojos?! ¡¿Cómo es posible?! ¿No era ella alguien que nunca se había defendido? Lucille ladeó la cabeza con una sonrisa siniestra, sujetó con fuerza la mano de Jenny y habló con tono indiferente: "Lo siento. Se me ha resbalado la mano. No te preocupes, te ayudaré a recuperarte". Tras decir eso, aplicó fuerza sobre su muñeca una vez más, y otro sonoro crujido se oyó. Con el rostro pálido por la agonía y la frente bañada en sudor frío, Jenny volvió a gritar. Además, su cuerpo temblaba. ¡Demonio!  ¡Lucille se había transformado en un demonio!

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