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Capítulo 12

Observando la situación, Francisco le hizo de inmediato una llamada a Diego. —Te ofrecí la oportunidad de fijar un precio por ser la madre de Carlitos. —Dijo Alejandro con una mirada que imponía gran presión: —pero ya que no sabes apreciarlo, no hay necesidad de seguir negociando. Silvia respondió: —En efecto, no hay necesidad de negociar conmigo, porque ustedes no tienen el derecho de decidir en este asunto. —¿Qué has dicho? —Alejandro se tensó visiblemente. —La solicitud de divorcio ya está presentada y, cuando llegue el respectivo certificado de divorcio, la custodia del niño será mía. —explicó Silvia, su cuerpo tenso, pero sin otra opción que enfrentar la situación de frente: —Y si intentan quitármelo por la fuerza, puedo llamar a la policía. La expresión de Alejandro y María cambió de manera drástica. Si no fuera por esto, ¿cómo podrían haberse enterado tan rápido y venir a buscarla? Una vez que el certificado de divorcio esté finalizado, será difícil cambiar la situación. —¡Qué egoísta eres! Dejar que él sufra contigo, siempre viviendo en la miseria. ¿Has pensado que es solo un niño? —María comenzó a maldecir. —La custodia es mía, no es que su padre haya muerto. Silvia pensaba que, aparte de ser egoístas y manipuladores, estos dos no había impedido que Diego gastara dinero en él. —Al final, solo has querido usar a Carlitos para sacar dinero, buscando seguir siendo mantenida por Diego. —Dijo María con veneno: —Una persona tan calculadora como tú no merece ser la madre de Carlitos. —Por muy inadecuada que sea, sigo siendo mejor que Diego, que me ha sido infiel. —Silvia ni siquiera quería dar más explicaciones al respecto. —¿Qué importa acaso una pequeña infidelidad? —respondió Alejandro: —Eso no es raro en nuestro círculo. —Justamente por eso, me llevo a Carlitos lejos de ustedes. —Silvia estaba cada vez más convencida de que llevarse a Carlitos muy lejos de allí era la decisión correcta: —Creciendo en una familia con valores tan distorsionados, cualquier buena moral que tenga será desviada por ustedes. —¡Dilo otra vez! —Alejandro no podía permitir que Silvia, dependiendo de su hijo, le dictara qué hacer. Con firmeza, Silvia respondió: —Lo diría diez veces más, es lo mismo. El ambiente se tensó al instante. Justo en ese momento. El celular de Alejandro empezó a vibrar. Al ver que era Diego quien llamaba, contestó con furia apenas conectó, diciéndole a Diego: —Mira a la mujer que has mantenido, se atrevió a hablarme de la peor manera. —También dijiste que es la mujer que he mantenido. —Respondió Diego con calma, sin el respeto que un hijo debería tener por su padre. Alejandro se enfureció aún más. Pero no podía desahogarse con él. Miró a Silvia con disgusto y puso el celular en altavoz antes de hablar: —Tu llamada llega en buen momento, tengo algo que preguntarle a tu madre. —¿El asunto de la custodia de Carlitos es para Silvia? —preguntó Alejandro antes de que pudieran hablar. Alejandro miró a Silvia con desprecio: —Sí lo es. Diego: —Sí estoy de acuerdo. Con esas palabras, la presión en la habitación disminuyó de golpe, el aire frío alrededor de Alejandro fluyó hacia afuera, enfriando poco a poco el ambiente varios grados. —Déjala que lo críe. —dijo Diego, desconociendo su furia con tranquilidad. —¿Estás loco? ¿Verdad?—María se desesperó, incapaz de soportar ver a su nieto irse con otra persona: —Si se va con ella, con el tiempo dejará de ser cercano contigo. ¿Y si termina llamando a otro hombre papá, qué harías? —Es posible que siendo más joven eso pase. —dijo Diego casualmente: —Pero cuando crezca y entienda qué son los intereses, ya no dirá lo mismo. —¿Qué quieres decir con eso? —María carecía de sus astucias.

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