“Tus buenos días se terminaron. Dile a la gente detrás de ti que el Hospital de la Fraternidad va a la quiebra”.
Las tranquilas palabras de Harvey York fueron contundentes.
Paula Baker, Reina Lee y las enfermeras se burlaron con frialdad.
Llevaban mucho tiempo trabajando en el hospital. Obviamente, habían visto a muchas personas que soltaban tonterías después de que los empleados se aprovecharan de ellas.
Era una lástima que el Hospital de la Fraternidad tuviera una sólida formación. Nadie sería capaz de sorprenderles a estas alturas.
Cada persona a la que se enfrentaban era o bien un farsante engreído o un inútil que se apoyaba en el poder de otra persona.
A sus ojos, Harvey era más o menos lo mismo.
Paula soltó una risita fría.
“¿Oh? ¿De dónde aprendiste todo eso?”.
“¿Acabas de buscarlo en tu teléfono?”.
“¡La gente que no lo sabe podría llegar a pensar que eres el primero al mando del Ministerio de Salud o algo así!”.
“¿Quién te crees que eres?”.
“¿Sabes qué tan seria es