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Capítulo 5

—Lo haré —Cristina asintió. Don Navarro se conformó un poco más: —Vamos a cenar. Cristina sentía un poco sorprendida. ??él está esperándome para cenar juntos?? Sentada en la mesa, mirando los dos platos extra picantes que había sobre la mesa, Cristina estaba segura. Cristina estaba un poco conmovida, hacía mucho tiempo que nadie la esperaba. Después de comer, Don Navarro llevó a Cristina a buscar a Gonzalo. En el camino, Don Navarro dijo: —Ya sabes cómo es Gonzalo. No dejaré que te haga da?o. Todos en Ciudad Viento sabían que Gonzalo no llegaría a los 28 a?os. Familia Navarro había encontrado muchas mujeres para Gonzalo, pero todas ellas fueron apartadas a golpes por Gonzalo y varias de ellas resultaron gravemente heridas e ingresadas en el hospital. A partir de entonces, cuando las mujeres oían su nombre, se alejaban de él. La razón por la que Familia Navarro se acercó a Cristina fue porque en Ciudad Viento era la única mujer compatible con Gonzalo y Jorge estaba ansioso. Don Navarro empujó la puerta de la habitación de Gonzalo. Cristina vio una espalda recta y ancha y sintió que era demasiado valiosa para ser ofendida. Don Navarro dijo: —Gonzalo, esta es Cristina, será tu esposa a partir de ahora. Gonzalo no se volvió y no dijo nada. Don Navarro suspiró en silencio y le dijo a Cristina: —Cristina, habla con él un rato. Después de decir eso, Don Navarro salió e incluso apagó las luces. En el momento en que la puerta se cerró, Gonzalo se movió con una fría y severa aura asesina golpeando a Cristina directamente en la cabeza. Cristina inclinó la cabeza, apretó el pu?o y golpeó... La luz de la habitación era brumosa y los pu?os de los dos hombres con un aura dura y asesina, iban de un lado a otro... Al fin, Cristina era una mujer, su fuerza no era tan fuerte como la de un hombre y al haber cambiado de cuerpo, por lo que pronto estuvo en desventaja. Sin embargo, aprovechando su peque?o tama?o de mujer, pudo esquivó rápidamente y con cierta destreza, le agarró la corbata, tiró de ella hacia atrás y la hizo rodar estrangulando su cuello. Lo sujetó con fuerza contra el rellano de nuevo, con todo su cuerpo apretado contra él por detrás, acercándose a su oído: —Sr. Navarro, solo yo puedo curarte el veneno. Ella no era rival para él y este fue el golpe final. Gonzalo no se giró, ni temió ser estrangulado. Su voz era fría: —?Veneno? ??El abuelo hab a?adido ingredientes feroces a su comida, para guardarlo más tarde?? Gonzalo agarró la mu?eca de Cristina, y su mano estranguló su cuello. Su mirada era como una antorcha y dijo con voz fría: —No me importa hacérselo a un cadáver si tengo que tener hacerlo. Era obvio en sus palabras que realmente quería acostarse con la mujer para curar el veneno, entonces no le importaba matarla primero. ?Suficientemente despiadada y pervertida! Cristina respiraba con dificultad, pero sonrió y levantó la mirada: —Sr. Navarro, ?eres tú o soy yo más rápido? Gonzalo sintió la frialdad en su nuca, era un instrumento afilado, contra su piel. Esta mujer también estaba desesperada, no muy diferente a las mujeres que el anciano le había enviado antes. ?Suficientemente salvaje y despiadada! Cristina inclinó la cabeza y sus labios rojos se acercaron a los de él: —Sr. Navarro, ?qué tal te dio una desintoxicación primero?

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