Capítulo 62
Inés giró los ojos con una expresión de incredulidad, bajó la cabeza y observó la mano de José, que aún reposaba sobre el picaporte.
—Te lastimaste la espalda, no la mano. ¿Cómo es que no puedes ir al baño solo?
—Además, ¿crees que soy ciega? Acabas de cerrar la puerta tú mismo.
En el rostro de José no se vislumbraba rastro alguno de vergüenza por haber sido descubierto en su mentira; al contrario, con descaro continuó:
—Inés, cien mil al día, ¿qué problema hay con que te pida ayuda para ir al baño?
—Si no me asistes, ¿crees que no podría hacer que Néstor bloquee tu tarjeta?
José amenazó con intención.
Al oír esto, Inés esbozó una sonrisa forzada, —...
¡Qué desgraciado!
Su rostro se transformó entonces en una expresión servil. —Presidente José, ¿necesita algo más que yo haga? Puede estar seguro de que haré lo que sea necesario por usted.
José, orgulloso, levantó la barbilla y bajando la cabeza señaló su cinturón. —No tengo otra petición, solo ayúdame a desabrocharlo.
Inés apretó los di
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