Capítulo 44
El frasco aún estaba tibio, conservando el calor corporal de Arturo.
—Ya suponía que no me seguirías. Pero no importa, siempre he tenido la costumbre de llevar medicamentos conmigo.
—Este ungüento aún no lo he usado, llévatelo.
Después de decir esto, Arturo no dejó espacio para que Inés rechazara y se apresuró a salir del salón.
Inés observó el pequeño frasco en su mano, sintiendo una emoción indescriptible.
Parece que, cuando un hombre realmente se preocupa por ti, puede notar esos detalles.
Como por ejemplo... su mano herida.
Inés entrecerró sus ojos, reprimiendo la amargura en su corazón, y apretó los labios.
Desde hace un momento, la mirada de José había estado fijada en Inés, sin apartarse ni un segundo.
Él vio cómo Inés miraba el frasco como si fuera un tesoro y una ira inexplicable brotó en él.
Se acercó rápidamente a Inés, con una sonrisa burlona en los labios:—¿Qué pasa...? ¿Con ese pequeño favor de Arturo ya te ha comprado?
—¿Acaso... realmente quieres ser mi tía?
José enfati
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