Capítulo 90
Miguel miró profundamente a Amelia, cuyos ojos firmes sostenían una visión penetrante, y después de un largo momento, suavizó la voz y dijo: —Está bien.
Rosa, desde la cama, miró a Miguel con incredulidad y exclamó: —¿Miguel, estás loco? ¡Ella no debe saber nada! ¿Cómo puedes dejar que me trate?
La emoción que antes había sentido Rosa desapareció por completo, reduciéndose a una rabia intensa.
Aunque en su interior Miguel se sentía dolido por la negativa de Rosa, su rostro no mostró ninguna emoción: —Rosa, yo confío en Felipe.
Felipe podía ser una persona distante, pero para él, la familia era más importante que cualquier otra cosa.
Jamás jugaría con la vida de su hermana mayor, a quien había cuidado desde niños.
Lorena frunció el ceño y también dio un paso al frente. Miró a Felipe y le dijo: —Felipe, ¿y si hoy decidimos no permitirlo?
Felipe sostuvo su mirada, firme e inquebrantable: —Ella debe permanecer aquí.
Sus palabras eran sencillas, pero no solo protegían a Amelia, también repr

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