Capítulo 31
La puerta del copiloto se abrió y, en un instante, Sergio ya estaba sentado allí.
Amelia levantó una ceja y miró hacia Sergio con curiosidad: —¿No estabas manejando tu propio auto?
Tan pronto como Sergio entró, comenzó a inspeccionar el auto de Amelia. Sus ojos brillaron y, en lugar de responder, preguntó: —¿Es una edición limitada? ¿Cómo conseguiste este auto?
No es un auto que se pueda adquirir solo con dinero.
¡También se necesita influencia!
Un atisbo de emoción cruzó el rostro de Amelia, y rápidamente giró la cabeza. Intentó desviar la atención con una risa y un regaño juguetón: —¿Eso qué te importa?
Ciertamente no podía decirle que había sido un regalo de Felipe, ¿verdad?
Si no, comenzaría a imaginarse todo tipo de cosas.
Sergio, absorto en el auto, no se preocupaba por la actitud de Amelia y lo tocaba con entusiasmo aquí y allá.
Sus ojos resplandecían de emoción: —Algún día, yo también tendré uno de estos.
Era simplemente demasiado impresionante.
La mayor afición de Sergio siemp

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