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Su Corona OcultaSu Corona Oculta
autor: Webfic

Capítulo 10

¿Esta es la mujer que decía amarlo una y otra vez? Si se lo hubiera dicho desde antes, ¿para qué habría tenido que ir a buscar a Juan? ¡Con tal de convencer a Juan, Orlando había soportado no pocos malos ratos! Amelia solo pensaba que Orlando resultaba patético. ¿Con qué derecho venía ahora a cuestionarla? Yago, al ver la señal de David, se apresuró a intervenir: —Señor Orlando, no se moleste. Si la doctora Natalia no quiere hablar, seguro tiene sus motivos. Luego David se volvió hacia Sergio con tono conciliador: —Señor Sergio, no se enfade usted tampoco. No vale la pena que todos terminemos en malos términos. Amelia ni siquiera le dedicó una mirada. Simplemente alzó los ojos hacia David y respondió con serenidad: —Jefe David, el tratamiento de hoy ha concluido. Me retiraré. David dio un paso al frente con una amplia sonrisa: —Doctora, señor Sergio, mandaré a alguien que los lleve. Sergio no estaba de humor, pero aun así le devolvió la sonrisa a David y dijo: —No hace falta, vinimos en auto. Hasta la próxima. David asintió de inmediato con cortesía: —Perfecto, seguimos en contacto. Así, sin agregar palabra, Sergio y Amelia caminaron juntos hacia el ascensor. La mirada de Orlando permanecía fija en Amelia. En sus ojos se ocultaban emociones indescifrables. Al ver que Sergio y Amelia estaban por desaparecer tras la esquina, se apresuró a seguirlos. Ximena, alarmada, gritó con urgencia: —¡Orlando! ¿A dónde vas? Pero Orlando no respondió, ni mostró intención alguna de detenerse. Ximena apretó los dientes con fuerza, tan furiosa que dio un pisotón en el suelo. ¡Amelia, esa mujer despreciable! Si no fuera por Amelia, ¡hoy no habría pasado semejante humillación! ¡Orlando la había dejado plantada! Dentro del ascensor. Amelia estaba de pie al lado de Sergio. Con la mirada ligeramente baja, su expresión era fría y distante. Sergio la observó y se apresuró a tranquilizarla: —No te alteres. Mientras yo esté, no dejaré que vuelvan a molestarte. Amelia curvó los labios con frialdad: —Quizá lo de hoy fue solo un accidente. Supongo que en los próximos tratamientos del señor Xavier ya no volveremos a toparnos con ellos. Sergio asintió y aprovechó para preguntarle: —¿Y cómo está el señor Xavier? Amelia alzó la vista hacia el indicador del ascensor y respondió con calma: —Puede curarse por completo, pero es complicado. El tratamiento será largo. Sergio sonrió con tranquilidad: —No importa, mientras se cure, vale la pena. Mientras hablaba, se apoyaba con naturalidad en el borde del ascensor, con una actitud confiada y relajada: —¡Ya lo decía yo! Solo tú podías lograrlo. Estuviste fuera dos años y, apenas volviste, ¡todo salió mejor de lo esperado! Eres increíble, como siempre. Por suerte, esta perla cubierta de polvo por fin volvía a brillar. Amelia, sin embargo, no le daba demasiada importancia. Volver a involucrarse solo significaba que ya no quería dejarse atrapar por el amor ni las emociones. Amar a Orlando durante diez años le había enseñado que la carrera profesional valía más que el amor. Sergio, al notar su silencio, se volvió más serio y preguntó en voz baja: —¿De verdad lo superaste? Amelia sabía exactamente a qué se refería. Dibujó una sonrisa serena y sostuvo su mirada: —Claro que sí. Si después de todo lo vivido no fuera capaz de dejarlo ir, entonces sí que sería una tonta. Sergio, al verla tan segura, no pudo evitar sentir curiosidad y preguntó con cautela: —¿Te arrepientes de haberlo amado? Amelia se quedó callada un momento, observando a Sergio, que incluso parecía preocupado por ella. Curvó los labios y dijo: —No tienes por qué preocuparte. Una vez que tomo una decisión, no doy marcha atrás. Lo amé durante muchos años, y nunca fui yo quien pidió terminar. Esta vez fui yo, y no pienso volver atrás. Estaba cansada. Sergio soltó un suspiro de alivio. Después de tantos años de conocerla, no quería verla seguir entregándose a ese hombre sin recibir nada a cambio. Pero al instante siguiente, soltó una risa: —¡Qué bien que no te arrepientas! ¿Viste la cara de Orlando y Ximena hace rato? Amelia lo miró, algo confundida: —¿La cara? ¿No fue que simplemente me estaban acusando y cuestionando? —¡Para nada!— Sergio se animó de inmediato. —¡Yo lo vi todo! Cuando revelé tu identidad, ¡Orlando y Ximena se quedaron de piedra! Especialmente Orlando. Vi cómo su cara pasó de negra a verde, luego a blanca. ¡En solo unos segundos, cambió de color varias veces! Amelia se sorprendió, incluso le parecía increíble. Aunque Orlando no la había tratado bien, siempre mantenía una imagen impecable en público. Además, era un actor famoso, experto en controlar sus emociones. Si no fuera porque Sergio nunca exageraba al hablar, hasta habría pensado que solo quería hacerla reír. Sergio, cada vez más entusiasmado, incluso se acercó a ella. Su rostro juvenil parecía el de una niña chismosa ansiosa por compartir un secreto. —¡Ahora que Orlando sabe quién eres, debe estarse arrepintiendo como loco! ¡Eres hija de la familia Sánchez, y encima eres Natalia! Y mira a Ximena, la mujer que eligió... Solo sabe decir "hermanito" y llorar. ¿De qué le sirve eso? Al decir esto, Sergio levantó la mano e imitó una vocecita, mirándola con expresión de admiración. Amelia no pudo evitar soltar una risita. Negó con la cabeza, divertida, pero justo cuando iba a decir algo, Sergio insistió entusiasmado: —Ya verás, si no es un idiota, seguro va a tratar de volver contigo. Sergio se frotó el mentón y, con una sonrisa traviesa, le dijo a Amelia: —Y si se atreve, ¡yo mismo me lo llevo al bosque y le doy una paliza con un costal en la cabeza! Amelia soltó otra risa, negando con la cabeza: —Tranquilo, no hay forma de que volvamos. Ahora ya estaba casada. Y aunque no lo estuviera, tampoco volvería con él. ¡Amarlo fue suficiente! Mientras lo amó, fue sincera y entregada. Pero ahora ya no quería amar, y mucho menos repetir la historia. Sin embargo, al recordar cuánto lo había amado, el corazón de Amelia no podía evitar sentir una punzada de dolor. Orlando le había pedido acostarse juntos más de una vez, pero ella creía que lo más hermoso debía guardarse para la noche de bodas. Solo así cerrarían su historia con un final perfecto. Jamás imaginó que, al darle la espalda, Orlando acabaría con Ximena. Todo lo que él buscaba era placer inmediato. Tal vez ella había sido demasiado conservadora... Sergio se pasó los dedos por el flequillo y sonrió con picardía: —Menos mal. Cuando los vi parados juntos hace un rato, temí que perdieras la cabeza y volvieras a sentir algo por él. Y si eso pasaba, de verdad no iba a poder contenerme de golpear a ese patán. Pensaba que Orlando era algo especial, pero ahora veo que no es nada. ¡No está a tu altura! Amelia bajó la mirada, ocultando el dolor en sus ojos. Cuando la alzó de nuevo, sus ojos solo reflejaban una tranquila resignación: —No hay nada en él que valga la pena recordar. Sergio, por fin, se relajó del todo. Le dio un codazo amistoso mientras reía con entusiasmo: —¡Esa sí es la Natalia que yo conozco! ¡La Natalia que estaba en la cima ha regresado!

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