Capítulo 26
—Alberto ha llegado, ven a mi oficina un momento.
Alberto apenas se había sentado cuando Lourdes también llegó.
—De acuerdo, hermana Lourdes.
Dejó los documentos que tenía en la mano y siguió a Lourdes a su oficina.
Lourdes era una persona de carácter firme, y su oficina lo reflejaba. No era grande, solo unos diez metros cuadrados, pero estaba impecablemente limpia y ordenada.
—¿Qué tal te has familiarizado con los materiales? Ayer ya te dije que te iba a poner a prueba.
Dejó su bolso y miró a Alberto con una mirada muy agresiva.
Eso es lo que se llama presencia.
—Sí, los he revisado.
Alberto le sostuvo la mirada con calma, sorprendido por la belleza de Lourdes.
Lourdes era definitivamente una mujer extremadamente hermosa, alta como una modelo, con una piel tan blanca como la nieve y un excelente sentido de la moda.
Llevaba una chaqueta pequeña sobre una camisa blanca, y sí, el blanco realzaba su figura, especialmente la camisa blanca que era algo transparente, dejando ver el contorno
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