A pesar de ser casi de mediana edad, no había signos de una sola arruga en el rostro juvenil de Angeline. Tal vez era porque había dado a luz a sus hijos a una edad temprana o porque había transmigrado a su cuerpo físico actual. También podría ser porque tenía a Jay cuidando de ella. No tenía preocupaciones en la vida, y estaba alegre la mayor parte del tiempo.
Seguía siendo tan brillante y radiante como una adolescente. Lo único que había cambiado era su perspectiva cada vez más amplia de las cosas.
Jay levantó a Angeline y la colocó sobre su escritorio para que sus ojos estuvieran a la altura de los de ella. La miró fijamente a los ojos y a las cejas en silencio. La sonrisa de su rostro era como una brisa primaveral. Se sintió extremadamente relajado mientras la miraba.
No pudo resistirse a inclinarse para besarla. No podía soportar separarse de ella.
“Angeline, hace tiempo que no tienes intimidad conmigo”. Jay parecía un niño pidiendo un caramelo.
Angeline respondió tímidamente