Capítulo 30
La voz irritada de Sergio resonó en mi teléfono.
Miré la pantalla y me di cuenta de que aún no había bloqueado su número: —¿Y qué quieres que haga?
Sergio, furioso por mi tono tan indiferente, apretó los dientes: —¿Sabes que, por tu culpa, Diego estuvo esperando solo frente a la guardería hasta las 9 de la noche?
Respondí con calma: —Presidente Sergio, parece que estás culpando a la persona equivocada.
—Ahora Lucia es su madre.
—Y yo...
Me levanté y me dirigí al balcón, mirando hacia el horizonte.
La noche estaba oscura, pero el cielo estaba lleno de estrellas, y se veían las luces de miles de hogares a lo lejos.
Con tranquilidad, respondí: —Solo soy una extraña para él.
Sergio inhaló profundamente: —¿Sigues echándonos la culpa?
—No. —Respondí lentamente. —Solo estoy empezando una nueva vida.
—No hace falta seguir atada a las personas y cosas del pasado.
—¿Qué piensas tú?
Y sin darle tiempo a contestar, colgué el teléfono y lo bloqueé de inmediato.
—¡Toc, to
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