Capítulo 2
Una pluma estilográfica negra cayó sobre los documentos, emitiendo un sonido leve.
Selena quedó en estado de shock por unos segundos. Con manos temblorosas, recogió la pluma, quitó la tapa y abrió la página de la firma en los papeles de divorcio. Firmó su nombre con determinación.
Reuniendo toda su fuerza, lanzó los documentos hacia Jorge.
Una lágrima cayó sobre el informe médico que tenía en la mano, expandiéndose como una acuarela.
No lloraba por el fracaso de su amor unilateral, sino por ese niño inocente.
Esbozó una sonrisa amarga. —De ahora en adelante, ya no tenemos ninguna relación.
Selena suspiró suavemente. —Lamento haber retrasado cuatro años de la vida del señor Jorge. Ahora eres libre.
Jorge no dijo nada. Se agachó para recoger los documentos del suelo y salió de la habitación del hospital.
Una vez que él se fue, Selena se derrumbó en un llanto inconsolable.
Sus manos pálidas, aferradas con fuerza a las ásperas sábanas, dejaron marcas rojas en su piel.
Pasó un buen rato antes de que colocara sus manos sobre su vientre plano.
Todavía no podía creer que allí había albergado una vida que solo existió durante 61 días.
Mirando el informe médico frente a ella, el odio en los ojos de Selena ya no pudo ser contenido.
Había puesto todo su esfuerzo, se había aferrado con todas sus fuerzas, pero no logró ganarse el amor de Jorge; solo consiguió ser vista como una mujer malvada. Fue su propio error, su merecido.
Recordó que durante los últimos dos meses, la debilidad que a menudo mostraba no era enfermedad, sino los primeros síntomas del embarazo.
Sofía Gutiérrez, que había tenido un hijo, fue la responsable de ese accidente en el lago.
¡Las asesinas del niño fueron Sofía y Esther!
¡Ellas eran las verdaderas culpables!
No importaba quiénes fueran, Selena se aseguraría de que pagaran por lo que hicieron.
Aunque ella misma había cometido errores, no deberían haber hecho daño a un niño inocente.
*
Medio mes después, Selena recibió el alta médica con la aprobación del médico.
En ese momento, parecía una persona completamente diferente, ya no era la mujer suave y amable de antes. Se había vuelto extremadamente fría, y en su mirada emanaba una helada que hacía estremecer a cualquiera. Toda su presencia parecía irradiar una gélida energía, como si estuviera envuelta en una capa de hielo glacial. Cualquiera que se acercara a ella sentía como si estuviera siendo atrapado en una tormenta de nieve, congelado por su frialdad inhumana.
Los guardias en la entrada de la mansión intentaron detener a Selena, pero la ferocidad en su mirada los asustó, incapaces de oponerse, la vieron entrar en la casa.
Selena entró sin impedimentos hasta el interior de la mansión.
Sofía no estaba, y Esther, con una taza de café en la mano, estaba sentada en las escaleras, disfrutando tranquilamente de la vista desde la ventana.
Ese era el pequeño jardín que Selena había creado, y el lugar donde Esther estaba sentada era el mejor punto de observación.
Estaba allí sentada, con su misma actitud altiva y dominante, y Selena ya no pudo controlar el odio que hervía en su interior.
Pasó por la sala y vio sobre la mesa una taza que contenía colillas de cigarrillos apagadas.
Esa era la taza que había hecho especialmente para Jorge cuando fue a estudiar a Ciudad de la Esperanza. Nunca pensó que terminaría siendo un cenicero.
Agarró la taza y caminó lentamente hasta detrás de Esther.
Con fuerza, estrelló la taza contra su sien, rompiéndola en pedazos que cayeron al suelo.
Esther, con dolor, se dio la vuelta, y la sangre comenzó a correr por su frente, cayendo sobre su rostro pálido y hermoso, como flores rojas floreciendo en la nieve del invierno.
—Selena, ¿cómo te atreves?— Esther intentó levantar la mano, pero Selena la atrapó por la muñeca.
—¿Por qué no me atrevería?
—Cuando decidieron hacerle daño a mi hijo, ¿cómo pudieron atreverse?
—¡Estás loca!— Esther luchaba desesperadamente, gritando por ayuda. —¡Alguien venga, Selena está loca, quiere matarme!
—¡Ayuda!
Cuanto más luchaba y gritaba, más apretaba Selena su agarre.
Desde que fue secuestrada y luego regresó a casa, había aprendido judo y combate cuerpo a cuerpo, lo que le había dado una fuerza superior a la de la mayoría de las mujeres.
—Esther, ¿tanto me odian tú y Sofía? Eres la que ha estado suplantándome, y aun así te he soportado y aguantado. Si no fuera porque no quería disgustar más a Sofía, ¿crees que podrías seguir viviendo en la casa Sánchez, disfrutando de una vida cómoda como la hermana de Jorge?
—Te he tratado con respeto, a pesar de saber que venías a usurpar mi lugar. Te he tratado como trato a cualquier persona. He sido justa contigo. ¿Cómo es que no has visto mi paciencia?
—Nunca he sido una persona normal, no quería hacerte daño, pero decidiste lastimar a mi hijo. ¡No debiste haber tocado a mi hijo!
El intenso odio en los ojos de Selena hizo que Esther sintiera miedo en ese instante.
Nunca pensó que la suave y dócil Selena, que parecía una persona fácil de manipular, podría transformarse en solo dos semanas en lo que era ahora.
Esther pensó que Selena realmente podría matarla. ¡Selena era una loca!
Los sirvientes que estaban trabajando afuera escucharon los gritos de Esther y corrieron al interior.
Al ver lo que estaba sucediendo, se quedaron congelados, sin atreverse a intervenir.
Los sirvientes que habían trabajado para la familia Sánchez desde que Selena se casó estaban aterrorizados al descubrir que la Selena que estaba allí, agarrando a Esther en las escaleras, ya no era la misma persona sumisa que nunca se defendía ni hablaba en su propio nombre.
La Selena de ahora era un verdadero demonio.
Parecía salida del infierno, y si la enfurecías, no dudaría en arrastrarte con ella al abismo, sin importar el precio.
El miedo que sentían los dejó paralizados, incapaces de moverse.
Solo podían quedarse allí, viendo cómo el rostro de Esther se enrojecía.
En ese momento, se escuchó el sonido de un coche frenando.
Jorge había regresado.
Selena supo que Jorge había vuelto. Después de todo, ella lo conocía mejor que nadie.
¿Qué importaba que hubiera vuelto?
¿Acaso su regreso cambiaría algo? ¿Significaba que no debía vengar la muerte de su hijo?
Esther también reconoció el sonido de Jorge, y tanto ella como los sirvientes recuperaron la esperanza.
Jorge no permitiría que Selena cometiera un asesinato en la mansión, y mucho menos que matara a la persona que le había salvado la vida.
—Selena, Jorge ha vuelto. Suéltame. ¿Crees que si me haces daño, él no te hará sufrir aún más?— Jorge era la confianza de Esther, y por eso ahora se atrevía a desafiar a Selena.
Esther, colgando en el aire, todavía mantenía su actitud desafiante, mirando con odio a Selena.
Selena apretó aún más fuerte, su tono se volvió aún más frío.
—¿De verdad?— Su tono era aterrador. —Entonces veamos si Jorge se mueve más rápido que yo al lanzarte escaleras abajo.
Jorge apenas había salido del coche cuando los sirvientes, llorando, se arrodillaron ante él.
—Señor Jorge, ¡salve a la señorita Esther! ¡La señora Selena quiere matarla!
Jorge entró rápidamente en la casa y se dirigió hacia Selena, agarrando su muñeca y apartándola con fuerza.
Esther cayó al suelo, y los sirvientes se apresuraron a ayudarla, sacando los medicamentos que ya tenían preparados para tratar la herida en su frente.
Selena, arrastrada bruscamente por él, perdió el equilibrio y casi se cayó, pero él la sostuvo firmemente por la muñeca, permitiéndole mantenerse en pie.
Una vez que estuvo estable, Jorge la miró con el ceño fruncido, su rostro mostrando un disgusto inconfundible.
Con voz fría la advirtió: —Selena, ¿qué tonterías estás haciendo? ¡La casa Sánchez no es un lugar donde puedas comportarte así!