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Capítulo 228 También se puede casar

Rafael levantó inmediatamente la partición entre los asientos delanteros y traseros del automóvil. De este modo, el espacio trasero se transformó en un área cerrada y estrecha. Silvia fue arrastrada por él, quedando con las rodillas en el suelo del vehículo, la espalda contra la partición y él frente a ella. La estrechez del espacio le impedía cualquier escape. Silvia, frustrada, empujaba el pecho de Ángel: —¡¿Qué estás haciendo?! ¡Suéltame! Ángel la sujetaba con una mano y con la otra tomaba su barbilla, mirándola fijamente a los ojos. —Podrías inventar cientos de excusas para justificar las mentiras de Eduardo, o podrías acusarme de crímenes infundados con innumerables argumentos, Secretaria Silvia. Eres bastante "imparcial". ¡A pesar de que sus heridas aún no habían sanado completamente, quién sabe de dónde sacaba la fuerza para retenerla así! El frío aroma de Ángel invadía sus fosas nasales, envolviéndola completamente y dejándola sin escapatoria: —Es cierto que por

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