Capítulo 188 Él No
Ángel tomó directamente la mano de Silvia. Instintivamente, ella trató de retirarla, pero él, con unas pinzas, cogió un algodón, lo empapó en yodo y lo aplicó sobre la palma de su mano.
Silvia no pudo evitar inhalar profundamente.
Con una mirada burlona, Ángel continuó limpiando las heridas en la palma de su mano, que se habían producido al caer mientras intentaba trepar un árbol.
Estas heridas, ni demasiado profundas ni meramente superficiales, dejaban ver la carne expuesta y blanqueada por el agua, pues Silvia no las había vendado y había lavado sus manos repetidamente.
Silvia reflexionó sobre el momento en que él había notado sus heridas.
Eduardo había estado con ella mucho más tiempo y no había advertido nada.
Ángel cuestionó: —¿Ni siquiera sabes ponerte una tirita?
—Son solo rasguños superficiales, se curarán en dos o tres días.
Ángel extrajo un poco de ungüento, lo aplicó sobre las heridas con un bastoncillo de algodón y comentó: —Cuando mueras por una infección, veremos si real
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