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Capítulo 14: Una apuesta arriesgada

La enfermera desinfectaba la herida de Alicia con alcohol, provocando una sensación punzante que hizo que Alicia murmurara un leve "ah". Ángel se acercó de inmediato: —¿Cómo estás? —Estoy bien, solo es un rasguño,— respondió Alicia con preocupación. —Presidente Ángel, ¿y su hombro? ¿Le duele? Debería dejar que un médico lo revise. El hombro de Ángel se había lastimado al proteger a Alicia de un golpe con la esquina de un kayak. Ángel restó importancia: —No es necesario. Pero al ver la palma de Alicia, insistió con cuidado: —No toques agua con la herida hasta que cicatrice, y evita infecciones, que serán más difíciles de curar. Voy a organizar que una niñera te cuide. —Puedo cuidarme sola, presidente Ángel. No me trate como si fuera una niña que no entiende nada. Silvia observaba su afecto mutuo con ojos fríos. La fatiga y desilusión acumuladas durante este tiempo finalmente la inundaron como un mar. Qué aburrido. Silvia movió silenciosamente su pierna lesionada fuera de la cama, intentando ponerse de pie. El dolor agudo se disparó desde la planta de su pie hasta la punta de su corazón. Ella estuvo a punto de quedar discapacitada, y Ángel nunca mostró preocupación por ella. En cambio, Alicia solo tenía un rasguño, y él estaba tan preocupado que incluso quería enviar a alguien para cuidarla. Ella sonrió sin alegría, y decidió que no aguantaría más—era hora de confrontar. Desafiante, preguntó: —Alicia, ¿estás segura de que no cambiarás tu versión? —Silvia, siempre te he apreciado y he querido ayudarte, pero lo que pasó hoy fue grave... no estoy acostumbrada a mentir. —No estoy acostumbrada a mentir— significaba que lo que había dicho antes era la verdad; ahora no podía decir una mentira como "no tocó la cuerda" para encubrirla. Silvia entendió el subtexto, pero necesitaba una respuesta clara, así que preguntó de nuevo: —¿Realmente viste con tus propios ojos que yo moví la cuerda? Ángel perdió la paciencia primero: —¿Cuántas veces vas a repetir la misma pregunta? Alicia respondió con voz suave para calmar a Ángel: —Presidente Ángel, por favor, no se enoje. Silvia solo está tratando de confirmar lo ocurrido, no es para tanto. Silvia, ambos tenemos responsabilidad en este asunto. Tú por haber jalado la cuerda, y yo por no haberlo advertido. Cuando el cliente despierte, iremos juntos a disculparnos. Ángel frunció el ceño: —En esto tú no tienes culpa. Silvia ignoró lo que decía Ángel, concentrándose en la confirmación que necesitaba de Alicia. —Y si encuentro pruebas de que mentiste, Alicia, ¿cómo vas a disculparte conmigo? Alicia se quedó sorprendida, sin entender a qué se refería Silvia, quien rápidamente propuso: —¿Qué tal si apostamos una bofetada? Después de todo, era su boca la que había hablado de más. Ángel realmente se enfadó: —¿Ya terminaste de causar problemas? ¿No te parece suficiente el lío que hay? Silvia solo miró a Alicia: —¿No te atreves a apostar? Dijiste con seguridad que lo viste, ¿o estás admitiendo que mentiste? Las pestañas de Alicia temblaron. Todos en la habitación, incluyendo al director de la fábrica, colegas de la empresa y personal médico, estaban atentos a ella. Con pocas palabras, Silvia la había puesto en el centro de atención. Si Alicia se negaba a la apuesta, su credibilidad estaría en duda. No podía retroceder ahora, ni siquiera Ángel creería en ella entonces. ¿Pruebas? ¿Qué pruebas podría tener Silvia? El director había dicho que no había cámaras en la fábrica... probablemente solo estaba tratando de intimidarla. Finalmente, Alicia comprendió la táctica de Silvia. ¡Era un bluf! Ambas sabían la verdad sobre la cuerda, así que Silvia pensó que presionándola, Alicia se sentiría culpable y se negaría a apostar, lo que le daría a Silvia una oportunidad para recuperar algo. Alicia había estado buscando una oportunidad para sacar definitivamente a Silvia, y tenía que aprovecharla. Mirando fijamente a Silvia, respondió lentamente. —Soy responsable de cada palabra que he dicho, por supuesto que me atrevo a apostar contigo, Silvia. Pero, me pregunto, ¿cuánto tiempo necesitas para investigar? Doctor, ¿nuestro cliente ya despertó? El médico, quien había estado disfrutando del espectáculo, asintió rápidamente: —Ya ha despertado. Alicia fingió preocupación: —Presidente Ángel está por ir a explicar lo sucedido al cliente, y probablemente no tenemos tiempo para esperar a que Silvia haga su lenta investigación. Ella sospechaba que Silvia quería demorar las cosas, esperando a que Ángel se calmara y así ella no enfrentara consecuencias. No iba a permitir que Silvia tuviera éxito.

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