Capítulo 9
Mientras tanto, Alejandro, desnudo de la parte superior del cuerpo, abrazaba a Carmen, pero una creciente inquietud le oprimía el pecho.
Recordaba cómo, al salir hoy con Diego, María lo miró con una expresión tan tranquila, casi distante, que su corazón se apretó de repente.
Pero Carmen, que acariciaba su pecho, no notaba su nerviosismo.
Justo cuando iba a dejar caer sus labios rojos como cerezas sobre su rostro, él la empujó de repente.
—¿Amor?
Carmen, desconcertada, extendió la mano para abrazarlo, pero Alejandro ni siquiera la miró. Bajó de la cama, recogió una camisa rota del suelo.
La miró con desdén y la arrojó al suelo nuevamente. Tomó una camisa limpia del armario y, sin decir una palabra más, comenzó a vestirse.
—¿A dónde vas?
Viendo que él caminaba rápidamente hacia la puerta, Carmen sintió un pánico en su corazón y se bajó de la cama descalza.
Alejandro la detuvo.
—Diego y yo vamos a casa, compórtate.
El tono de advertencia hizo que Carmen detuviera sus pasos,
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