Capítulo 9
Bella
Me fui a casa a recoger algunas cosas. Como iba a tener que quedarme en la oficina durante los próximos días para volver a hacer los cálculos del presupuesto, tenía que estar preparada.
Dos días después, al mediodía, recibí una llamada de Hank.
"Hank, estoy muy ocupada en este momento", le dije apenas contesté el teléfono. "No tengo tiempo para hablar contigo". Estaba un poco deconcertada y apurada. Hacer los cálculos tomaba mucho tiempo, era un trabajo más complicado del que había imaginado.
"Sé que estás ocupada, así que no quiero molestarte", Hank respondió. "De todos modos, tienes que comer. Te preparé el arroz frito con mariscos que tanto te gusta. Baja y recoge la lonchera".
La última vez que salimos a cenar, nos empezamos a seguir en las redes sociales. Después de eso, comenzamos a chatear. Me sentía muy cómoda con él ya que, aunque había muchas cosas que no nos decíamos, siempre estábamos en contacto.
Cuando escuché que me había traído arroz frito con mariscos, me emocioné mucho. Los últimos días no había tenido tiempo para ir a la cafetería y le había pedido a mis colegas que me trajeran comida rápida. No esperaba que Hank se acordara que me gustaba el arroz frito con mariscos y que hubiera cocinado para mí.
Miré mi reloj y noté que era hora del almuerzo y que todavía me quedaban unos minutos para bajar y ver a Hank.
"Espera un minuto, voy a bajar", le respondí.
Tan pronto como salí del edificio, vi a Hank sosteniendo una lonchera y sonriendo de oreja a oreja.
"Aunque el trabajo siempre es importante, la salud debe ser tu primera prioridad", Hank me dijo en un tono gentil. "No agotes tus energías y recuerda comer a tus horas".
"Sí". Respondí. Ahora que lo mencionaba, me dolían un poco los ojos.
Llevaba un par de días durmiendo en la oficina, pero nadie se había preocupado tanto por mí, como Hank.
"Llévatela y come". Hank me dijo, entregándome la lonchera.
Me volteé para ver si había gente en una fila de sillas que estaban a un lado de la calle, para que los peatones se sentaran a descansar. "Todavía puedo quedarme un par de minutos más", le dije, señanaldo las sillas. "¿Por qué no me acompañas a comer?"
"Está bien". Hank respondió, sonriendo. Era una persona muy alegre y risueña.
Abrí la lonchera y, de inmediato, empecé a comer el arroz frito. Ahora que tenía mi plato favorito frente a mí, me di cuenta que tenía mucha hambre. Además, Hank tenía buena sazón. El arroz frito estaba delicioso.
Tenía que aprovechar el poco tiempo que me quedaba para comer y hablar un poco más con Hank antes de seguir trabajando.
"Está muy delicioso". Exclamé. Metiendo otro bocado grande de arroz en mi boca.
"Come más despacio", Hank me sugirió. "Si no te vas a atragantar".
Apenas Hank terminó de decir eso, me atraganté con un pedazo de marisco y empecé a toser.
De inmediato, Hank se acercó y empezó a darme palmaditas en la espalda, para que se me pasara la tos. "Bebe un poco de agua", dijo, sirviéndome agua en un vaso que había traído con la lonchera.
Tomé un poco de agua y me sentí mejor. Hank era muy considerado y me sentía muy agradecida con él. Sobre todo porque, cuando nos conocimos, yo había sido un poco grosera.
Tomé otro sorbo de agua y le di un par de palmadas a mi pecho. "Gracias", dije. "Si no hubieras estado aquí, seguro terminaba atragantándome hasta morir".
De pronto, sentí un aura oscura muy cerca de mí y cuando volteé, vi a un hombre con traje negro, no muy lejos de donde estábamos.
El carácter del hombre era muy frío y tenía las manos en los bolsillos.
Me percaté de que me estaba mirando y, de repente, me puse muy nerviosa.
No obstante, el hombre no hizo nada, solo se dio media vuelta y se fue.
"Maldita sea", no pude evitar maldecir mi suerte. "¿Por que me tengo que encontrar con ese hombre a donde quiera que vaya?"
"¿Lo conoces?" Hank me preguntó.
"Sí". Respondí, suspirando.
"¿Quién es?" Hank preguntó. Parecía muy curioso.
"El capitalista que me explota". Dije con sinceridad.
"¿Es tu jefe?" Hank frunció el ceño.
Asentí y, cuando miré mi reloj, me di cuenta que ya era hora de volver. "Tengo que regresar a trabjar". Dije.
Caminé de vuelta al edificio y, después de dar unos pasos, me volteé a ver a Hank. "Gracias por traerme el almuerzo". Agregué.
Luego seguí caminando.
Cuando entré en el edificio, el ascensor estaba ocupado.
Tuve que pararme con las demás personas que estaban esperando cuando, de pronto, escuché una voz familiar.
"Con razón había un error en el presupuesto", la voz dijo. "Todas las trabajadoras del departamento de finanzas están en relaciones amorosas". Su tono de voz era burlón.
Miré a mi alrededor y vi que Herbert estaba parado frente a mí.
Sin embargo, no pude encontrar algo que decir para refutarlo, ya que, hasta hacía unos minutos, había estado almorzando con Hank.
Aun así, Hank y yo no teníamos un relación amorosa. Solo éramos amigos.
Además, no creía que eso era algo que tenía que explicarle a mi jefe.
"Sr. Wharton, por favor solo hable por mí", dije en voz baja, después de pensarlo por un momento. "No involucre a mis colegas en algo que solo me compete a mí".
"Creo que no deberías de desperdiciar tu trabajo y tu esfuerzo", Herbert dijo con indiferencia. "No vas a poder terminar los cálculos antes del lunes".
Su condescencia y su desdén me molestaban mucho. Sentí que mi pecho se llenaba de rabia.
Para no decir algo de lo que me iba a arrepentir, me di la vuelta y caminé hacia donde estaban las escaleras. Prefería usarlas que subir al ascensor con ese detestable capitalista.