Capítulo 6
Bella
"¿Acaso dije algo que no es verdad?" Pregunté. Me puse de pie y señalé a Connie. "¿Acaso ella no es una mala persona?"
Pese a que ya habían pasado 15 años desde que nos abandonó, mi padre no nos había dado a mi hermana y a mi ningún trato especial.
Recuerdo que, cuando era niña, mi madre no podía pagar la matrícula del colegio y tuve que ir a buscar a mi padre para pedirle que me dé dinero, pero él se negó y, en cambio, me botó a patadas.
Sin embargo, la hija de su am*nte siempre había vivido muy bien.
Fue en ese momento que juré nunca aceptar ni un solo centavo de él, y también juré que Ryan ya no sería mi padre.
"Ryan, tu hija me ha humillado", Connie dijo en voz alta, para que todos la escuchen. "Estoy enojada".
"M*ldita sea". Mi padre exclamó.
Al mismo tiempo, se paró de su asiento y me abofeteó.
El sonido del golpe hizo eco en la sala.
Antes de que Ryan volviera a su asiento, sentí un fuerte dolor, que iba desde mi mejilla hasta mi cabeza.
Quizás mi padre había usado demasiada fuerza, ya que, de pronto, empecé a sentirme mareada y, al intentar pararme para ir al baño, me desmayé.
Antes de que pudiera recobrar la consciencia del todo, sentí un dolor agudo en el dorso de mi mano.
Abrí los ojos y vi que Emma me estaba pisando la mano con sus tacones altos y delgados.
Al verla, la ira y el dolor se apoderaron de mi cuerpo.
Me levanté del suelo de inmediato y le grité: "¡Púdrete!"
Luego cogí una olla de sopa caliente que estaba sobre la mesa y la derramé sobre la cabeza de Ryan. Enseguida, cogí otros dos platos de comida de la mesa y los derramé sobre Connie y Emma mientras Ryan gritaba de dolor, puesto que la sopa estaba muy caliente.
Su ropa formal estaba cubierta con la grasa de la sopa de verduras.
"¿Cómo te atreves a hacernos esto?" Ryan preguntó, furioso, agitando su puño para golpearme.
No obstante, el tío John y la tía Carter se pusieron frente a mí y Ryan se detuvo.
"¿Cómo puede existir una hija tan terrible?" Connie dijo. Como siempre, era la primera en echarme la culpa de lo que ella misma había empezado. "¿Cómo se atreve a atacar a su propio padre?"
Sin embargo, la tía Carter no le respondió y solo me acercó hacia ella.
"Si así te comportas, ya no quiero ser tu padre". Ryan espetó.
No pude evitar poner los ojos en blanco, ya que hace años que no quería ser su hija.
A pesar de que la comisura de la boca me sangraba, estaba muy feliz de verlo, a él y a su nueva familia, en un estado tan lamentable.
Cuando levanté la mirada, vi a Herbert, sentado en silencio, en su asiento. Me estaba mirando con sus ojos oscuros.
La manera indiferente en la que me miraba me hizo enojar, por alguna razón. Levanté mi barbilla hacia él, puse los ojos en blanco y me fui a toda prisa.
Pese a que ya era primavera, todavía corría un viento un poco frío. Apenas salí del hotel, me di cuenta que debí haberme puesto algo más abrigador.
De todos modos, decidí caminar para despejar mi mente, en vez de tomar un taxi.
Sentía el viento frío en la cara, que todavía me ardía por la bofetada que Ryan me propinó y, aunque siempre decía que era muy fuerte y que nada me afectaba, me puse a llorar.
Aun así, no me arrepentía de lo que había hecho. Con tal de darle una lección a esa gente que me había maltratado, estaría feliz, incluso si me golpeaban.
Justo cuando me empezaron a doler los pies por culpa de los tacones altos que llevaba puestos, un Bentley negro se detuvo frente a mí.
Volteé a ver quién era y vi el hermoso rostro en la ventana del auto.
Fruncí el ceño, por la sorpresa, puesto que el dueño del auto era Herbert.
"Entra". Me ordenó.
Odiaba la manera en la que pedía las cosas. No estábamos en horario de trabajo, así que no tenía por qué obedecerlo.
Además, lo que acababa de hacer no era algo de lo que podía sentirme orgullosa.
Herbert había visto todo lo que había pasado y yo todavía no sabía cómo enfrentarlo, es por eso que no tenía ninguna intención de entrar en el auto.
"Es muy difícil conseguir un taxi en esta zona". Herbert dijo.
No quería escuchar su tono condescendiente. Volteé y seguí caminando.
"Escuché que hace poco han habido varios casos de mujeres violadas y asesinadas en esta calle", escuché a alguien decir detrás de mí, tras caminar una corta distancia. "Todavía no capturan al asesino violador y la policía sospecha que es un residente de esta área".
Miré hacia el callejón oscuro que estaba más adelante y el sonido del viento que soplaba hacía que la escena parezca de una película de terror.
Incluso si Herbert me caía mal, yo tenía que cuidarme.
Volví a voltear y, después de caminar hacia el auto, abrí la puerta y me subí en el asiento del pasajero. Luego me abroché el cinturón de seguridad.
Hice todo eso sin voltear a ver a Herbert.
Pronto, el auto arrancó.
Herbert conducía en silencio mientras yo tocaba mi mejilla adolorida. De repente, recordé todo lo que había pasado en el hotel, con la familia de Ryan, y me sentí muy avergonzada. Aunque yo ya era adulta, Ryan me había golpeado.
No me atreví a decir ni una sola palabra durante todo el camino de regreso.
Después de diez minutos, el auto se detuvo muy cerca de donde yo vivía.
"Gracias, señor Wharton", dije con sinceridad, desabrochándome el cinturón de seguridad. A fin de cuentas, él se había tomado la molestía de conducir hasta mi barrio.
"No tienes nada que agradecerme", Herbert dijo con indiferencia. "Al fin y al cabo, eres una empleada de la empresa y si te pasa algo, la empresa tendrá que cubrir parte de la cuenta del hospital".
A pesar de que me había sentido agradecida con él hace unos segundos, escuchar esto me hizo enojar. ¿Cómo podía haber un jefe que solo velaba por el dinero de la empresa y no por el bienestar de sus empleados?
"Sr. Wharton, no se preocupe", respondí. "Estoy segura que viviré hasta los cien años, para que no tenga que gastar dinero en mi funeral". Después de esto, salí del auto y cerré la puerta con un golpe.
Al mismo tiempo, el auto se fue a toda prisa, con un silbido.
Él conducía muy rápido.
De todos modos, aunque el nuevo jefe era muy guapo, por desgracia, también era muy grosero.