Capítulo 6
Se tenían que tomar medidas para salvar al bebé debido a la hemorragia.
La noticia golpeó a Avery como una tonelada de ladrillos. El pánico se apoderó de ella.
“Doctor, ¿y si no quiero quedarme con el bebé?”.
Estaba a punto de divorciarse de Elliot, así que no era el momento de quedarse embarazada de su hijo.
El doctor miró detenidamente a Avery y entonces dijo: “¿Por qué no lo quieres? ¿Tienes idea de cuántas personas no pueden tener bebés aunque lo deseen?”.
Avery bajó la mirada mientras se quedaba en silencio.
“¿Por qué tú esposo no vino contigo?”, preguntó el doctor. “Aunque no quieras al bebé, deberías hablarlo con él primero”.
Avery frunció el ceño.
Al ver su reacción, el doctor miró el historial médico de Avery. Entonces él le dirigió una mirada a la mujer y dijo: ¿Solo tienes 21 años? ¿No estás casada, entonces?”.
“Yo… ¡También podría no estarlo!”, dijo Avery. De todos modos, estaban a punto de divorciarse.
“El aborto quirúrgico no es un procedimiento sencillo. Incluso si quieres realizarlo, no puedo tratarte hoy. Ve a casa y piénsalo bien. Sea cual sea tu relación con tu novio, el niño es inocente”.
El doctor le pasó a Avery el historial médico y entonces dijo: “Ahora que estás mostrando signos de hemorragia, si no hacemos algo al respecto, es difícil decir si podremos quedarnos con el bebé, de todos modos”.
El corazón de Avery se encogió. “¿Qué tenemos que hacer para salvarlo?”, preguntó.
“¿No querías abortar? ¿Has cambiado de opinión?”, preguntó el doctor. “Eres una chica guapa, así que tu hijo será un bebé precioso. Si quieres quedarte con el bebé, te recetaré algunos medicamentos. Necesitarás reposo en cama durante una semana, y después tendrás que venir para un seguimiento”.
…
El sol abrasador hacía que a Avery le resultara difícil mantener los ojos abiertos mientras salía del hospital. Tenía la espalda empapada en sudor frío y sentía las piernas pesadas.
Se sentía perdida. No sabía a dónde ir ni con quién hablar.
Lo único de lo que estaba segura era de que Elliot no podía enterarse de esto.
De lo contrario, haría que sus guardaespaldas la arrastraran a la mesa de operaciones.
Aún no había tomado la decisión de quedarse con el bebé. Su mente era un caos y quería tomar una decisión después de calmarse.
Llamó a un taxi y se dirigió a la casa de su tío Ron.
Desde el divorcio de sus padres, la madre de Avery, Laura Jensen, se había mudado a la casa de su hermano.
La familia de Ron Jensen no era tan rica como la de los Tate, pero seguían considerándose acomodados.
“¡Avery! ¿Has venido sola?”, preguntó la esposa de Ron, Miranda Jensen. Su expresión se tornó fría al instante cuando vio que Avery había llegado con las manos vacías.
“Escuché que la última vez que visitaste la casa de tu padre llevaste un montón de regalos de lujo. Supongo que la etiqueta no es importante cuando no es tu propia casa la que visitas”.
Miranda había planeado adular adecuadamente a Avery cuando llegara, pero cambió de opinión al ver que su invitada se presentaba con las manos vacías.
Esta reacción tomó a Avery por sorpresa. “Lo siento mucho, tía Miranda. No era mi intención. Me aseguraré de traer algo la próxima vez que venga”, respondió ella.
“¡Olvídalo! Por lo que parece, prácticamente te han echado de la casa de los Foster”, dijo Miranda de forma burlona. “Escuché que Elliot Foster está despierto. Si él se preocupara por ti, no estarías viniendo aquí llorando por tu mami, ¿no es así?”.
Las mejillas de Avery se sonrojaron al ser reprendida.
Al ver que su hija era acosada, Laura dijo inmediatamente: “Aunque mi hija fuera expulsada de la familia Foster, no deberías burlarte de ella por eso”.
“¡Solo decía la verdad! ¿De verdad tienes que ser tan susceptible, Laura?”, se quejó Miranda. “No olvides de quién es la casa en la que vives. ¡Adelante, múdate si tienes las agallas!”.
Laura estaba sumamente enojada, pero sabía que no podía ganar contra Miranda.
El corazón de Avery se retorcía en el pecho al presenciar la escena que tenía frente a ella.
Sabía que vivir en la casa del tío Ron no era tan ideal para su madre como vivir en la casa de los Tate, pero supuso que probablemente no era tan malo.
No tenía idea de que las cosas fueran tan desagradables entre Laura y Miranda.
“¿Tal vez deberías mudarte y alquilar un lugar, mamá? Tengo algo de dinero…”, insistió Avery seriamente.
Laura asintió y entonces dijo: “De acuerdo, iré a empacar mis cosas en este instante”.
Avery y Laura salieron de la casa de Ron en menos de media hora y se subieron a un taxi.
“No te preocupes por mí, Avery”, dijo Laura con una sonrisa amarga. “Conseguí ahorrar algo de dinero a lo largo de los años. Solo me quedé allí porque tu abuela estaba enferma y quería que la cuidara. Si no fuera por ella, me habría mudado hace mucho tiempo”.
Avery bajó la mirada, y después de quedarse pensativa por un momento, dijo: “La tía Miranda no se equivocaba, ¿sabes? Me divorciaré de Elliot en un par de días”.
Laura se quedó atónita y, justo después, empezó a consolar a su hija.
“No pasa nada. Aún no te has graduado. Ahora puedes prepararte adecuadamente para graduarte después del divorcio”.
“Sí”, respondió Avery mientras apoyaba la cabeza en el hombro de su madre. “No volveré a la casa de los Tate después del divorcio. ¡Viviremos juntas, mamá!”.
Avery no tenía pensado contarle a su madre lo de su embarazo.
Laura se preocuparía mucho si se enteraba.
Cuando Avery regresó a la mansión de los Foster esa noche, la gran sala de estar estaba sumida en un silencio sepulcral.
La señora Cooper apareció de repente de la nada, lo cual asustó a Avery hasta hacerla sudar frío.
“¿Ha cenado, señora? Le dejé algo de comida. También le he traído unos tampones”.
“Gracias, señora Cooper. Ya comí. ¿Por qué la casa está tan silenciosa? ¿Acaso él no se encuentra en casa?”, preguntó Avery antes de entrar en su habitación.
“El Amo Elliot no ha vuelto. El doctor le ha dicho que descanse en casa, pero no quiso escuchar”. La señora Cooper suspiró. “Siempre ha sido muy testarudo. Nadie puede darle órdenes”.
Avery asintió ligeramente.
Tenía una profunda impresión de Elliot a pesar de los pocos encuentros que habían compartido.
Él era rebelde, despiadado e insufriblemente arrogante.
La pequeña pizca de simpatía que había sentido por él cuando había estado enfermo se había desvanecido por completo después de que él recuperara la conciencia.
Esa noche, Avery dio vueltas en la cama.
Pensó en el niño que crecía dentro de ella. No solo no se sentía más tranquila que antes en el hospital, sino que se sentía aún más nerviosa.
La mañana siguiente llegó en un abrir y cerrar de ojos.
Ella no quería toparse con Elliot, así que no salió de su habitación durante un rato.
La señora Cooper llamó a su puerta a las nueve y media y dijo: “El Amo Elliot acaba de salir, señora. Ya puede venir a desayunar”.
Avery no esperaba que la señora Cooper supiera exactamente lo que estaba pensando, y sus mejillas se sonrojaron.
Avery recibió una llamada telefónica después del desayuno.
Era una compañera de la universidad que le ofrecía un trabajo de traductora de manuscritos.
“Sé que ahora estás ocupada con tu tesis de graduación, pero este manuscrito debería ser pan comido para ti. La paga es muy buena, pero lo necesitan antes del mediodía de hoy”.
Avery tenía poco dinero, así que aceptó tras pensarlo por un momento.
Terminó de traducir el manuscrito a las once y media de la mañana y estaba a punto de enviarle el archivo a su compañera de clase después de revisarlo dos veces y asegurarse de que no había errores.
De repente, la pantalla de su computadora portátil empezó a parpadear.
Avery vio con horror cómo la pantalla se volvía azul, luego negra… ¡Su portátil se había estropeado por completo!
Menos mal que había guardado el archivo en una memoria USB.
Suspiró aliviada antes de sacar la unidad USB de la computadora portátil.
Tenía que encontrar otro ordenador para enviar el archivo de la memoria USB a su compañera de clase.
“Señora Cooper, hay un problema con mi computadora portátil, pero tengo prisa. ¿Hay algún otro ordenador en la casa? Solo necesito enviar un archivo”.
“Lo hay, pero es el del Amo Elliot”.
Avery sentía que su corazón se congelaba.
No se atrevería a utilizar el ordenador de Elliot.
“Es solo un archivo. No debería tomar mucho tiempo, ¿verdad?”. Cuando la señora Cooper vio lo nerviosa que se veía Avery, dijo: “El Amo Elliot puede parecer aterrador, pero no es del todo malo. Como tienes prisa, dudo que te diga algo”.
Avery miró la hora.
Ya eran las once y cincuenta, y tenía que enviar el documento antes del mediodía.
El estudio de Elliot se encontraba en el segundo piso de la mansión.
Durante todo el tiempo que había estado postrado en la cama, aparte de las señoras de la limpieza, nadie más había entrado en su estudio.
Avery estaba aterrada de que Elliot la descubriera, pero al mismo tiempo, realmente quería conseguir ese dinero fácil.
Necesitaba el dinero.
Si decidía abortar, necesitaba ahorrar lo suficiente para la operación.
El niño no era solo suyo. También le pertenecía a Elliot.
Pedirle prestado el ordenador podía contarse como su contribución a los gastos médicos.
Ella entró en el estudio, se dirigió directamente al escritorio y encendió el ordenador.
Justo cuando se preguntaba qué hacer si el ordenador tenía una contraseña, la pantalla se iluminó de golpe.