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Capítulo 36

El punto de vista de Amelia. Cuando llegué a la sala de Celia, la vi a ella y a Maia demacradas y pálidas, con la respiración muy débil, como si estuvieran al borde de la muerte, pero no sentí nada. Ni un poco de culpa. Tal vez me había vuelto cruel debido al maltrato que recibí durante los tres años que estuve aquí e incluso después de dejar la Manada Garra Roja. Nico empezó a examinar a mi excuñada y Maia, mientras Ernesto, alfa Mateo, el médico, y yo permanecíamos a un lado, viéndolo trabajar en silencio. Se me acercó con una jeringa vacía y yo me encogí de hombros, impotente. Le tendí el brazo y me sacó sangre. Tanto mi excompañero como su padre pusieron cara de asombro. Supongo que no esperaban que las ayudara, llegando incluso a darles mi sangre de forma voluntaria. Nico le abrió la boca a Celia y vertió la mitad de mi sangre en ella para que pudiera tragarla, y luego hizo lo mismo con Maia. Mi sangre eliminaría todo el acónito en su sistema y ayudaría a reconstruir sus órganos d

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