Capítulo 97 No se ve ni un atisbo de falsedad
Las palabras de Ariadna hicieron que el color en el rostro de Carmen desapareciera por completo, pero la mirada de Ángeles, que estaba afuera del coche, hizo que su corazón, que antes latía acelerado, comenzara a calmarse lentamente.
Si Ariadna no quería reconocer a Carmen como su madre biológica, entonces ella, en el futuro, sería más comprensiva, más madura y haría todo mejor que antes. Carmen seguramente se daría cuenta de que ella era la hija más atenta.
Ángeles se acercó, se agachó y entró al coche. Se sentó en el asiento del copiloto, dejando que Carmen y Ariadna se sentaran en los asientos traseros.
—¡Gonzalo, conduce!
—No me malinterpretes, hermana, no quiero competir contigo por el amor de mamá,—dijo Ángeles, apretando los labios, con el rostro pálido mientras miraba a Ariadna.—Estoy triste, no porque haya descubierto que no soy la hija de mamá, ni por miedo a que tú llegues y me quiten el lugar. Es que... estoy... desconsolada.
Mientras hablaba, las lágrimas comenzaron a caer
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