Capítulo 7
Carlos apretaba fuertemente la taza, sus dedos estaban blancos de la fuerza.
—María, dame otra oportunidad.
Su mirada era ardiente y sincera, como un fuego en el invierno que podría disipar el frío.
Me recordó mucho a aquel día en el instituto, cuando él, sentado en la fila detrás de mí, me tocó el hombro con un bolígrafo y, en voz baja, me preguntó, quiero estar contigo, ¿me darías una oportunidad?
En medio del ruido de otros estudiando, su rostro joven y sincero, y sus ojos claros llenos de determinación me hicieron decir que sí sin pensarlo.
A través del vapor del café, mi tono era tranquilo: —Sabes cuánto anhelaba nuestro futuro juntos, pero, ¿qué pensabas cada vez que me convertías en una opción secundaria?
—María, lo sabes, Isabel tiene deficiencias mentales, soy su único familiar.
Carlos parecía impotente: —¿No puedes entenderme?
Hasta ahora seguía pidiéndome que lo comprendiera, siempre protegiendo sus propios intereses desde el principio.
—Carlos, ¿realmente me amas, o es que
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