Capítulo 70
Todo alrededor era terreno baldío. Si a Carlos le pasaba algo...
No quería ni pensar en ello.
No podía dejar que Carlos se arriesgara solo.
Prefería jugármela yo misma.
Si simplemente me quedaba mirando, viviría con remordimientos toda mi vida.
Tal vez, en mis sueños nocturnos, vería a la madre y a la hija con sangre en sus ojos, reprochándome por no haber intervenido.
Aunque fuéramos completos desconocidos.
No podía quedarme al margen mientras las sometían y humillaban.
Desafiando la mirada preocupada de Carlos, le fui soltando la mano poco a poco.
Me levanté y lancé una piedra que encontré en el suelo hacia los dos hombres.
—¡Cobardes!
Les grité con voz firme.
Los hombres, sorprendidos como pájaros ante un disparo, saltaron hacia atrás, no esperaban que hubiera alguien escondido en los arbustos. El más corpulento perdió el equilibrio y cayó al suelo.
Les hice un gesto con el móvil en alto, declarando con autoridad: —¡Escoria, ya los grabé, prepárense para ir a prisión!
Luego

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