Capítulo 60
Las chicas se apoyan en los pilares y beben agua ruidosamente, sin preocuparse por su imagen. Abro una botella de agua de mi mochila y el líquido fresco me revitaliza, disipando gran parte del cansancio acumulado.
Pronto, la botella queda vacía.
Algunos de los chicos aún muestran actitud desafiante, bromeando sobre cómo Irene necesita más práctica.
Beatriz, con un toque de humor, señala: —Pensé que había un terremoto, pero resulta que son sus piernas las que están temblando.
Los chicos, lejos de ofenderse, se ríen y uno de ellos, rascándose la cabeza, admite con una carcajada: —Beatriz, tienes buen ojo, nos has descubierto.
La atmósfera relajada entre mis colegas disipa cualquier irritación que el calor y el cansancio hubieran causado.
Esa es una de las razones por las que disfruto trabajar en esta empresa.
Mientras me abanico, le paso un pañuelo a Arturo, que está cubierto de sudor: —¿Cuánto falta para llegar?
Arturo me agradece y se seca el sudor con el pañuelo: —Aún nos queda la m
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