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Capítulo 5

Mientras esperábamos en el semáforo, Lucía extendió la mano, giró mi rostro hacia ella y, con seriedad, sacó 15 dólares y me pidió que sonriera. Su acción inesperada me hizo reír. Al ver que la tristeza en mi rostro se disipaba un poco, preguntó: —¿Te irás otra vez esta vez? —No, no me iré. —¿Encontraste trabajo? Mirando el paisaje familiar pero extraño a través de la ventana, respondí: —Todavía no. No hay prisa. Quiero asegurarme de que mi madre esté bien primero. Lucía y yo llegamos a la habitación del hospital, donde Silvia estaba acostada en la cama con los ojos cerrados, descansando. Carmen se sorprendió al verme. —Mari, ¿cómo es que has vuelto de noche? —Estaba preocupada por Silvia. Carmen me dio una palmada en el hombro y comentó que era una buena chica. Al oír eso, sentí remordimiento, pensando, ¿qué clase de buena chica soy? —Carmen, ¿dónde está el médico principal de Silvia? Quiero hablar con él. Carmen me indicó una dirección. Seguí sus instrucciones y, tras verificar la in

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