Capítulo 49
Emilio se ruboriza, avergonzado sonríe.
Viendo esto, pienso para mí, ¿este joven no puede resistir un elogio? Un simple cumplido y sus orejas se enrojecen.
No, Emilio, con solo eso casi flotas, ¿qué pasará en el trabajo con tantos halagos encubiertos? Podría ser fácilmente manipulado.
Llamo al camarero para pagar, pero Emilio insiste en hacerlo.
Mientras discutimos, el camarero nos informa que alguien ya ha pagado la cuenta.
Fue Carlos, quien se había retirado antes.
Al salir del restaurante, veo a Carlos apoyado en la puerta de un coche, hablando por teléfono.
Está bajo una luz de calle tenue, con una mano en el bolsillo de su chaqueta, que el viento, sin cierre, levanta mientras las hojas secas caen y giran sobre el asfalto.
Aún sigue aquí.
Emilio, con una sonrisa, se despide de mí: —María, nos vemos mañana.
—Nos vemos mañana.
Dudo un momento, pero finalmente me pongo mi chaqueta y me dirijo hacia Carlos.
Al verme, él da unas últimas instrucciones por teléfono y cuelga.
—¿Terminaste
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