Capítulo 43
Irene retrocedió un paso, sus ojos se agrandaron al apuntarme a mí y luego a Carlos, exclamando conmocionada: —¡Ustedes dos!
Me reí de forma forzada y justo cuando intentaba explicar: —No es lo que piensas, Irene, déjame explicarte.
Carlos me rodeó la cintura y me besó la cara, presentándose: —Supongo que eres colega de María, yo soy su esposo.
Miré a Irene, cuya expresión parecía desintegrarse, y la llamé suavemente: —¿Irene?
—Ah, estoy bien, jaja, hola, soy Irene.
Irene parecía querer desaparecer de vergüenza y, con la cabeza gacha, se alejó rápidamente.
Quise explicar, pero Carlos me interrumpió preguntando: —¿Qué has olvidado recoger?
Observando cómo Irene se alejaba, supe que cualquier explicación tendría que esperar al día siguiente.
Molesta, confronté a Carlos: —¿Qué estás diciendo?
—¿Qué pasa?
Carlos parpadeó inocentemente.
Frunciendo el ceño, le dije seriamente: —Deja de decir cosas que llevan a malentendidos. ¡Hemos terminado!
La sonrisa de Carlos se desvaneció un poco, y su
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