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Capítulo 1

—Ah, tú, el mudo, te atreves a morderme. Alicia Pérez salía de la oficina cuando vio a su hija aferrarse al brazo de un niño y morderlo. Corrió hacia ellos de inmediato: —Sofía, no se debe morder a la gente. Sofía soltó los dientes, mirando a Alicia con ojos llorosos y una expresión de agravio. Se señaló su propia boca, negando con la cabeza desesperadamente mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Parecía decir, no soy muda. Alicia, con el corazón encogido, acarició la cabeza de Sofía: —Sé que te han agraviado, pero morder sigue estando mal. ¿Vamos a ver la herida de tu hermano, está bien? Aunque Sofía se sentía agraviada, asintió con la cabeza. Después de calmar a Sofía, Alicia finalmente dirigió su atención hacia el niño. Justo cuando pensaba consolarlo, vio un rostro que había extrañado día y noche. El niño era su hijo Pablo García. La expresión de Alicia se congeló instantáneamente, y las palabras de consuelo se atascaron en su garganta. Los recuerdos de años atrás volvieron a su mente. Pablo la miraba con desprecio: —Eres una mala mujer, vete ya, nunca vuelvas, no te reconozco más como mi madre, quiero que Marta sea mi madre. Esas palabras de Pablo durante el divorcio fueron la última gota para Alicia. Ya era doloroso ser traicionada por el esposo que amaba, pero lo peor era que su hijo más querido también la rechazaba. Alicia no recordaba cómo había dejado la Casa García. Solo sentía que su corazón estaba más frío que el hielo exterior. Y dolía de manera insoportable. Cuatro años después, madre e hijo se reencontraron. Sería falso decir que no estaba emocionada. Pero no vio ni un rastro de añoranza en el rostro de su hijo, solo un desprecio abrumador. Como cuando la echó. Alicia reprimió todas sus emociones, y su voz se volvió seria. —Soy la madre de Sofía, y está mal que ella te haya mordido. Yo pido disculpas por ella, pero llamarla muda también es un gran insulto para ella; debes disculparte. Al escuchar estas palabras, el enojo en los ojos de Pablo se intensificó. Miró fijamente a Alicia: —Ella es muda, ¿qué dije mal? Ella es mala, igual que tú, no me disculparé. Se paró con las manos en las caderas, con el cuello erguido, mostrando una actitud desafiante. Justo entonces, una voz fría y severa vino desde atrás: —¡Pablo! ¿Quién te dio permiso para hablar así? Esas palabras hicieron que el cuerpo de Pablo se tensara instantáneamente. Después de unos segundos, mostró la mordida en su brazo. —Papá, mira lo que hizo la hija de esta mala mujer, casi me mata mordiéndome. —Pablo, ella es tu madre, ¿cómo puedes hablarle así? ¿No te he enseñado mejor? Bruno García tenía una expresión severa, y su voz no tenía ni un ápice de calidez. Pablo, sin miedo, levantó la cabeza: —Ella no es mi madre, es una mala mujer, me abandonó por esta muda, nunca la llamaré madre. —Pablo, ¿te pica de nuevo el trasero? ¡Pide disculpas! Eso asustó a Pablo, que ya no se atrevió a desafiar más. Bajó la cabeza, pidiendo disculpas de mala gana, y luego corrió hacia el aula. Bruno caminó hacia Alicia, mirando a Sofía con ojos evaluadores: —¿Ella es tu hija? Alicia había pensado que, al volver a esta ciudad, tarde o temprano tendría que encontrarse con Bruno. Pero nunca imaginó que sería en esta circunstancia. Al ver ese rostro, al escuchar esa voz, Alicia se sintió como el día que dejó la Casa García. Ese día acababa de regresar del hospital y quería contarle a Bruno sobre su embarazo, pero antes de que pudiera decir algo, Bruno le entregó los papeles del divorcio. En ese momento, no podía creerlo, pensó que Bruno estaba bromeando. Pero en sus oídos resonaba la voz ronca de Bruno: —Alicia, Marta González se lastimó la pierna para salvarme aquel día y nunca pudo volver a bailar. Desarrolló una depresión severa y amenazó con suicidarse si no me casaba con ella. Por eso, no tuve más remedio que apartarte y divorciarme de ti. En ese momento, todos los sentimientos de Alicia se derrumbaron. Bruno se sentía culpable hacia Marta y deseaba divorciarse. Pero él no sabía que Alicia también había sacrificado sus sueños por él. Alicia pensaba que Bruno había tomado esa decisión porque no tenía otra salida. No fue hasta que escuchó una conversación entre Marta y Bruno que se dio cuenta de la verdad. —Bruno, la razón por la que puse a Alicia a tu lado era para protegerme de desgracias. Ahora que estás establecido, ella ya no es necesaria. ¿No será que te has enamorado de ella, verdad? El corazón de Alicia se estrujó. Ella deseaba que la respuesta de Bruno fuera afirmativa. Pero en el siguiente segundo, escuchó la fría voz de Bruno: —No. La respuesta tajante fue como un puñal en el pecho de Alicia. Así que, la bondad de Bruno hacia ella no era más que un engaño para que los enemigos pensaran que ella era su debilidad, protegiendo así a Marta. Y ella ingenuamente creía que Bruno la amaba apasionadamente. Recordando todo esto, Alicia sentía un dolor inmenso. No por perder a Bruno, sino por la pena que sentía por sí misma en aquel entonces. Alicia esbozó una leve sonrisa y dijo sin vacilar: —Ella es mi hija. Al escuchar la confirmación, los oscuros ojos de Bruno se enfriaron aún más. Sus manos colgando a los costados se apretaron sin razón. —Alicia, ¿sabes que no deberías quedar embarazada tan fácilmente? Tener un hijo podría poner tu vida en peligro. ¿Qué tiene ese hombre para que arriesgues tanto por él? Al oír estas palabras, una sonrisa burlona apareció en el rostro de Alicia. Sí. ¿Qué tenía ese hombre para que ella se esforzara tanto por dar a luz a su hija? Un adivino dijo que Bruno necesitaba una hija para que todo le fuera bien. Alicia encontró una receta para tener una niña y se la bebió en secreto durante meses. Ignoró también los consejos del médico, quien le dijo que su cuerpo no era apto para tener más hijos y que sería muy peligroso. Ella amaba ciegamente a Bruno, pero fue abandonada por él. El corazón de Alicia sintió un dolor: —Eso no parece asunto tuyo. Bruno parecía incómodo: —Alicia, solo quiero lo mejor para ti, después de todo eres la madre de Pablo y no quiero que corras peligro. Alicia sonrió: —Gracias, presidente Bruno, pero estoy bien. Si Pablo necesita atención médica, lo llevaré al médico. Si no, me iré ahora. —Alicia. —Bruno la detuvo, fijando su mirada en su rostro aún radiante. —No olvides que también luchaste por dar a luz a Pablo. Ahora parece que no te importa, por tu hija. No sabía que podías ser tan cruel. Alicia se giró para mirarlo, con una voz tranquila respondió: —¿Por qué debería complacer a alguien que no me ama? ¿No es mejor disfrutar de la felicidad presente? Alicia se agachó para abrazar a Sofía, su voz se suavizó: —Cariño, papá ha venido a recogernos, vamos a tener una gran cena para celebrar mi nuevo trabajo. Se giró y caminó hacia Víctor López, quien ya estaba esperando en el pasillo. Víctor tomó a Sofía de sus brazos y junto con Alicia, se alejaron. Al ver esta escena de felicidad, las venas en las manos de Bruno se marcaban prominentemente. Una voz en su cabeza le decía sin cesar: [Alicia ha tenido un hijo con otro hombre.]
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