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Capítulo 13

Braulio se enfurece por las palabras de Lorena, justo cuando ve llegar a Mónica en su coche. Le pregunta con ira a Lorena: —Mónica ha llegado, ¿qué puedes hacer ahora? —Tú... Lorena queda paralizada por la actitud desenfadada de Braulio, quien es un estafador y no parece temer que ella revele su verdadera identidad. Está confundida y desorientada. Saber que la novia de Braulio es Mónica ya es difícil de aceptar, pero verlo con sus propios ojos lo hace aún más increíble. Braulio es un exconvicto, un hombre que ella desechó, sin dinero, sin trabajo, sin influencias, completamente insignificante. Y sin embargo, ha conseguido a una presidenta tan hermosa como Mónica como su novia. Eso es algo que no puede aceptar. Al ver que Lorena no responde, Braulio se muestra despectivo y se sube al asiento del copiloto. Mónica, percibiendo algo inusual en la relación entre Braulio y Lorena, pregunta: —¿Qué relación tienes con esa mujer? Braulio no oculta nada: —Mi exesposa. Solo dice esa frase y guarda silencio. Lorena queda estupefacta por un momento y de repente recuerda el motivo por el que buscaba a Mónica. Se acerca al coche y golpea la ventana: —Presidenta Mónica, buenas tardes, tengo algo que decirle. Mónica duda un momento y baja la ventana: —¿Necesitas algo de mí? Lorena, señalando a Braulio, dice: —Presidenta Mónica, ¡posiblemente él la ha engañado! Mónica, fría como el hielo, responde: —¿Yo engañada? ¿Crees que soy alguien a quien se le puede engañar fácilmente? El rostro de Lorena cambia ligeramente. Su intención es desenmascarar a Braulio y ganarse el favor de Mónica. Viendo que Mónica está molesta, se apresura a explicar: —No me refiero a eso. Quiero decir que Braulio la ha engañado. ¿Sabe cuál es mi relación con él? Mónica niega con la cabeza: —No lo sé, y tampoco me interesa saberlo. Braulio observa en silencio; hasta ahora, las palabras de Mónica han sido dominantes y protectoras hacia él. Decide no decir nada más. Lorena, al ver la situación, toma la iniciativa: —Yo soy la exesposa de Braulio. La razón por la que me divorcié de él es porque ahora no tiene nada, además es... Mónica la interrumpe antes de que pueda continuar: —¡Basta! Sé lo que vas a decir: que él no vale nada, que no lo quieres. Que no me deje engañar por él. ¿Es eso? En el rostro de Lorena aparece una expresión de satisfacción. Ha venido a congraciarse, y Mónica ha entendido sus intenciones, lo que hace que la conversación sea más sencilla: —Sí, eso es exactamente lo que quería decir. Mónica responde fríamente: —¿Has oído hablar de gente así? Personas que tienen ojos pero son incapaces de reconocer lo valioso. Lo que para ti no vale nada, para mí es un talento. El único que podría salvar a su abuelo es un talento raro en medicina. Además, es alguien a quien Víctor aprecia, y Mónica confía plenamente en el criterio de su abuelo. Lorena sacude la cabeza levemente: —Presidenta Mónica, sé que es usted educada y proviene de una familia acaudalada, pero soy mayor que usted. ¿Cómo podría no reconocer un talento? Mónica muestra una sonrisa irónica: —¿Sabes cómo identificar gemas? ¿Gemas en una mina? ¿Cuántas personas en el mundo pueden reconocer una gema oculta en una piedra? Que tú no puedas verlo es normal. Braulio es como una gema, algunas mujeres de mirada corta no pueden verlo. ... Lorena se altera visiblemente cuando Mónica sugiere que Braulio es una gema. ¡Que Braulio es un tesoro! ¿Cómo puede ser eso? Lo que más la enfurece es que Mónica insinúe que ella tiene una visión corta. Quería desahogar su ira, pero frente a Mónica, no se atreve. Porque necesita pedirle ayuda. Mónica continúa: —Las personas que tienen ojos pero no pueden reconocer lo valioso, las personas sin emoción, tienen dificultades para encontrar el amor verdadero. Tú eres insensible, por eso perdiste el verdadero amor. Yo creo que tengo la capacidad de obtenerlo. Gracias por dejarme a Braulio. ¡Adiós! Con esas palabras, pisa el acelerador y el deportivo se lanza rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos, ya ha recorrido cien metros. Lorena observa cómo el auto se aleja, tardando en reaccionar. Mónica es la presidenta del Grupo Díaz, hermosa como un ángel, superior en apariencia, estatus y riqueza a Lorena. Una mujer así podría elegir a cualquier hombre excelente. Sin embargo, acepta al hombre que Lorena rechazó, y además le agradece. ¿Es Braulio realmente tan bueno? Ramón se acerca y pregunta: —¿En qué estás pensando? Lorena, con un atisbo de pánico, oculta sus pensamientos mientras observa el auto alejarse: —He revelado la verdadera identidad de Braulio, y la presidenta Mónica no me cree. ¿Qué crees que debería hacer? Los ojos de Ramón destilan resentimiento: —Tú y ese desecho sois enemigos. Si realmente se convierte en el novio de Mónica, tu empresa no solo no podrá colaborar con el Grupo Díaz, sino que será suprimida. Estás acabada. Lorena frunce el ceño: —Ella trata a Braulio como a un tesoro, ¿qué puedo hacer? Ramón suspira: —No has revelado la verdadera identidad de ese desecho. No deberías haber mencionado el divorcio, deberías haber revelado que él es un exconvicto. Eso es lo que realmente afectaría su imagen. ¡No lo dijiste! Lorena frunce el ceño, reflexiona un momento y luego, frustrada, golpea el suelo con el pie: —¡Ay, por qué no dije eso! Estaba demasiado nerviosa. Si hubiera dicho que Braulio es un exconvicto, Mónica probablemente se habría asustado. Definitivamente no habría sido la conversación que tuvimos. Pero, ¿qué hacemos ahora? Ramón señala el auto estacionado al lado: —Ve tras ella en coche. Debes decirle a Mónica que Braulio es un exconvicto. Estoy seguro de que Mónica nos agradecerá cuando escuche esto, y la colaboración definitivamente será un éxito. Mientras hablan, se suben al auto y persiguen. Braulio observa a Mónica mientras conduce. Ha estado mirándola todo el camino. Esta mujer, aunque de semblante frío, tiene un buen corazón. También nota que tiene un buen cuerpo; vestida con un vestido largo, desde su lado derecho puede ver que tiene un pecho considerable. Mónica, sonrojada, pregunta: —¿Qué estás mirando? Braulio sonríe y dice: —Desde la primera vez que nos encontramos, me llamaste gamberro, nunca pensé que me ayudarías. Mónica responde con calma: —No te estoy ayudando, estoy diciendo la verdad. No te conozco bien, pero a mi abuelo le gustas mucho, y las personas que él ha admirado en su vida no son muchas. Pero cada una de ellas es increíble. Braulio cree que es necesario presentarse: —Déjame decirte brevemente, cuando tu abuelo vino a verme, estaba en prisión. ¿En prisión? Mónica se sobresalta un poco, el volante tiembla, pero pronto se estabiliza: —Si te pregunto por qué estabas en prisión. ¿Creerías que estoy invadiendo tu privacidad? Braulio sacude la cabeza: —No necesitas preguntar, lo diré yo mismo. Estuve en prisión porque la contabilidad de mi exesposa tenía problemas. Ella me pidió que asumiera la culpa por ella. Creí que, como hombre, debía soportar el sufrimiento por ella, así que fui a prisión. No esperaba que, al salir, ella se divorciara de mí. Mónica escucha y sacude la cabeza levemente: —Tu exesposa realmente es de vista corta. Continúan hablando mientras el coche se detiene frente a una villa. Víctor ya los espera en la puerta, y al ver a Mónica, se sorprende: —¿Cómo has vuelto? Mónica no responde, pregunta directamente: —¿Recibiste la Dracaena? Víctor saca una caja de regalo: —Acabo de recibirla, todavía no la he abierto. Braulio toma la caja, la abre: —La Dracaena que ha vivido cien años ha llegado, podemos empezar el tratamiento. Necesito silencio durante el tratamiento. Busca una habitación tranquila. Víctor guía a Braulio al segundo piso. Mónica se queda en el primer piso, pensativa, y luego le dice a varios guardaespaldas: —Quédense en la puerta, nadie que venga a visitar a mi abuelo puede entrar. Rechacen a todos los visitantes.

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