Capítulo 46

Sala de billar. Alejandro falló en su tiro; ninguna bola cayó en las troneras. Diego, que estaba a su lado, sacudió ligeramente la cabeza mientras limpiaba su taco y decía:—¿Carmen aún no te ha respondido ni se ha puesto en contacto contigo? Alejandro permaneció en silencio. Diego apuntó a la bola en la posición más complicada de la mesa, lanzó el tiro, y con un golpe seco, la bola describió una elegante curva sobre la mesa y cayó en la tronera. —No debería ser así, ¿verdad? Ni siquiera se tomó en serio lo que le dijiste aquella vez, ni te lo reprochó. ¿Qué le habrá pasado ahora para estar tan terca?—Diego no lo entendía. Alejandro pensó en aquella vez que Carmen estuvo en ese lugar para jugar.—¿Qué te preguntó cuando vino aquí? Otra bola entró en la tronera. Diego, con un movimiento elegante, se sentó en la mesa de billar, alineó otro tiro, y con un golpe perfecto, volvió a meter la bola. —¿No te lo dije ya? Preguntó si tú, Laura y Francisco teníais algún problema en la escuela. Le re