Capítulo 206
Esa misma noche dejé la casa. Adrián no estaba, evidenciado por sus ventanas completamente oscuras.
Mario me llamó cuando ya estaba en la sala de espera.
Esta vez no elegí volar; en cambio, tomé el tren de alta velocidad.
Aunque tardaría dos horas más, prefiero sentirme sobre tierra firme a flotar en el aire.
—Carmen, tu coche está arreglado. ¿Dónde estás para llevártelo? —La voz de Mario era cálida y reconfortante.
Miré a las personas en la sala de espera, todas absortas en sus teléfonos, y respondí con indiferencia: —Déjalo en el taller, iré a recogerlo yo misma.
Mario guardó silencio, y luego añadí: —Sé cuál es ese taller.
Los coches de la familia Vargas siempre se mantienen en ese taller específico; eso lo sabía.
—El mecánico dijo que alguien había manipulado tu coche. —Las palabras de Mario me hicieron detenerme.
Naturalmente, me sentí culpable, pues había permitido que lo manipularan.
—¿En serio? —Fingí sorprenderme.
—Carmen, ¿alguien más ha conducido tu coche
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