Capítulo 59
Los chismes que traen buenas noticias resultan placenteros.
Sin embargo, aquellos que, con solo un roce, pueden causar problemas, hacían que salir ileso fuera una tarea difícil.
—Creo que solo fue un abrazo inocente de viejos amigos reencontrándose; no hay necesidad de preocuparse demasiado por ello. —Dijo José intentando aliviar la fuerte tensión para respirar más tranquilo.
El asistente Javier se quedó sin palabras.
¡Sería mejor que se callara!
José, claramente, no se percató de que los ojos de Diego se tornaron cada vez más sombríos: —Después de tantos años de matrimonio con Silvia y de tener hijos, los sentimientos de Ramón seguro ya se han disipado.
—Gerente José. —Intervino el asistente Javier, temiendo en ese momento ser arrastrado al problema, habló con seriedad: —¿Tiene sed?
—No tengo sed. —Respondió José instintivamente.
El asistente Javier, mientras sostenía el volante con una mano y con su palma sudorosa, dijo: —Creo que sí tiene sed.
—¿Tu asistente tiene algún problema? —p

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