Capítulo 30
Silvia se sobresaltó demasiado por su repentina acción. En el instante en que la levantó del alféizar, sintió como si estuviera a punto de caer del vigésimo octavo piso. Antes de que pudiera reaccionar, ya la había arrastrado de regreso al baño y la había tirado al suelo.
Ella se estabilizó un poco para no caer sentada.
—Si realmente no quieres, no te obligaré. —Dijo José mientras cerraba el grifo del agua, mirándola con una expresión compleja y continuando con su magistral acto: —¿Por qué ir a un lugar tan peligroso?
—¿Cómo iba a saber si ustedes me obligarían o, no? —Silvia, aún con el susto en el cuerpo, miró aterrorizada el rostro de Diego: —Ellos eran capaces de hacer eso, obligar a alguien no sería nada difícil.
José se quedó sin palabras.
Miró hacia el otro hombre.
A estas alturas, ¿realmente necesitaba seguir actuando?
—Si en realidad quisiera que él te hiciera algo, ¿crees que aún estarías aquí? —Diego avanzó hacia ella paso a paso, su imponente presencia la oprimía.
Silvia se

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